Análisis Balonmano Opinión

Luces y sombras de Francia 2017

Han pasado ya diez días desde que el AccorHotels Arena de Bercy cerró sus puertas tras la final del 25º Campeonato del Mundo de balonmano, diez días para analizar algunos aspectos de este pasado campeonato, donde la indiscutible selección de Francia se hizo con el oro.

Un mundial que, como todo evento, ha tenido sus luces y sus sombras. Posiblemente más de las primeras y que han sido capaces de ocultar o, cuando menos, minimizar algunos problemas, sobre todo organizativos y que han llegado a afectar, primordialmente, al público asistente.

Si nos atenemos a algunas cifras, partiremos de la más importante como ha sido el presupuesto para este evento que la Organización ha cifrado en 30 millones de dólares. La campaña de publicidad ha sido un verdadero espectáculo con la proyección de imágenes en el Arco del Triunfo, o las porterías y líneas de juego en las entradas y salidas de algunas bocas del metro parisino, así como los efectos visuales y musicales de la gran final. En otro orden de cosas, podemos referirnos a los 1.900 voluntarios que han participado a lo largo de los más de 15 días que ha durado la competición, y que se han preocupado de infinidad de tareas como han podido ser todo tipo de funciones relacionadas con la atención, tanto al público como a los medios de comunicación, catering, información, etc. Han realizado un trabajo excepcional y digno de tener en cuenta. Con respecto a la asistencia en las diferentes sedes, la Organización tenía prevista una venta de 500.000 entradas, y la realidad ha sido que se vendieron 540.000, por lo que puede considerarse un éxito de asistencia, cuya cota más alta se dio en Lille donde se congregaron 28.000 espectadores. En el resto de sedes citar a Nantes, sede de la selección francesa en la ronda clasificatoria y que albergó a más de 109.000 personas. Metz (52.000) o Rouen (54.000) también estuvieron a la altura en cuanto a asistencia.

En lo que se refiere a las sombras, aparecen algunos problemas con la entrada de público en los distintos recintos, ya que, en algunos casos, se ralentizaba llegando muchos espectadores a sus asientos con los partidos ya iniciados. El precio del billete único en la fase grupos, que costaba la nada despreciable cantidad de 400 €, y que incluía todos los encuentros del esa fase en cada sede. La estrechez y aglomeración en la Fase Final en París, donde los medios de comunicación tuvimos algunos problemas por saturación. La sala donde realizábamos nuestros trabajos era demasiado reducida para albergar a los 200 medios acreditados para esa fase, en la que disponíamos, entre otras cosas, de tan solo tres baños que, a veces, suponía un verdadero problema. A pesar de estar acreditados, no todos podíamos disponer de un sitio específico para cada partido, ya que había que esperar a que, unas dos horas antes de cada encuentro, la organización publicara una lista con aquellos medios que podían utilizar una mesa numerada y acondicionada con enchufes, cable Ethernet… para desarrollar el trabajo. El resto, eran acomodados en las cercanías de la zona reservada para ellos pero en unos lugares no demasiado cómodos para el seguimiento de los partidos en cuanto a visibilidad se refiere. Algunas quejas por las estridencias de la música en el AccorHotels Arena que resultaba ciertamente desagradable en muchos momentos. Lo cierto es que algunos, ya veteranos en estas lides, comentaban que cada mundial que pasa, hay aspectos organizativos que han ido a peor, si bien han podido pasar desapercibidos para la inmensa mayoría.

Otro aspecto a destacar ha sido la seguridad. Los alrededores del pabellón estaban fuertemente vigilados por la policía gala que, en todo momento, exhibió su presencia intimidatoria para aquellos que pudieran cometer algún acto, no ya terrorista, sino incluso de orden público. La entrada a la zona de prensa era también filtrada por personal de seguridad que se dedicaba a registrar a los representantes de los medios y sus bolsas o mochilas, a la vez que se aseguraban de que la tarjeta de acreditación fuera la correcta con un legible código de barras. Incluso para acceder a la zona reservada en el pabellón, debías presentar tu pase donde tu nombre era cotejado con una lista. En definitiva, aspectos a mejorar, pero que no han supuesto ningún caos organizativo y que pueden considerarse como normales en un evento de esta magnitud.

Francia, y los que allí hemos estado presentes, nos hemos impregnado de balonmano, nos hemos renovado con una inyección de vivencias, charlas, anécdotas… pero sobre todo de ver el entusiasmo de una afición volcada con su selección al son de La Marsellesa, sana envidia ante una nación volcada con Les Bleus.

Imagen destacada: www.francehandball2017.com

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