Me corresponde el honor de representar en estas líneas lo acontecido esta tarde en el AccorHotels Arena de Paris–Bercy, en el que dos escuadras con fundamentos prácticamente opuestos en su concepción del balonmano se disputaban el cetro mundial. La omnipresente Francia, campeona de todos los grandes torneos, y Noruega, una selección emergente que, sin duda, dará muchas tardes de gloria al deporte nórdico.
El título de esta crónica quiere plasmar lo que, supongo, Didier Dinart dijo en su alocución en el vestuario tras la primera mitad y que hizo efecto inmediato en sus pupilos, a fe que así fue.
Más de 15.000 espectadores vibraban en los prolegómenos del encuentro, con ese himno que a uno se le clava en la piel y le provoca emociones difíciles de explicar. La Marsellesa, otra vez más, sonaba más fuerte que nunca. Quizás era la última oportunidad para algunos jugadores galos que saben de su próximo final en la selección de Dinart. Noruega asistía embelesada al espectáculo sabedora de lo difícil que es asaltar la “Bastilla” francesa, pero guardaba en lo profundo de su ser el ardor guerrero de los hijos de Odín, preparada para la gran batalla. En Asgard, el lugar sagrado de los dioses vikingos, todos estaban preparados para proteger a los de Christian Berge.
Y comenzaba el partido, con una Francia temerosa, incluso con ciertos atisbos de precaución, sabedora de que perder un balón suponía que las hordas vikingas no lo iban a desaprovechar. Iniciaba el encuentro Titi Omeyer, quizás porque su amigo Dinart quería hacerle un último homenaje, pero su momento de gloria duraba tan solo 14 minutos. Vincent Gerard, su sustituto, y de nuevo MVP del partido, conseguía llevarlo al ostracismo en esta gran final. Noruega jugaba sus bazas y eran Espen Lie Hansen y Kent Tonessen quienes traían en jaque a una defensa gala que no carburaba al 100%. Los nórdicos conseguían sus primeras rentas mientras que los de Dinart se veían incapaces de interceptar el bombardeo de la primera línea noruega. Hansen daba la máxima ventaja de 3 goles en el minuto 15, y los nervios se palpaban en el recinto parisino. Noruega se aprovechaba de algunos errores del ataque local, y sus rápidas transiciones terminaban casi siempre en la redes de Gerard. Era Kentin Mahé quien a falta de un minuto empataba el partido para desilusión de los noruegos, si bien Eivin Tangen aparecía para dar de nuevo ventaja a los de Berge. Quince segundos fatídicos y aprovechados por Nikola Karabatic y Valentín Porte dejaban en ventaja a Francia ante un banquillo noruego atónito al finalizar los primeros treinta minutos con 18-17.
El regreso a la pista supuso un fuerte golpe bajo para Noruega, ya que Francia salía dispuesta a todo, y ese todo no era otra cosa que arrasar a su adversario de la forma que fuera necesaria. Dos goles consecutivos de Michael Guigou ponían en franquicia a los galos y el AccorHotels enloquecía. Parecía que los nervios se soltaban y el empuje de la grada hacía mella en las huestes galas. Al son de La Marsellesa, auténtica pócima mágica al estilo de Panoramix, hacía su efecto en los hombres de Dinart y, con una eficacia pasmosa, la mejora defensiva y las paradas de Vincent Gerard, dilapidaban toda opción de los vikingos noruegos. La actuación de los pivotes franceses, Ludovic Fabregas y Cedric Sorhaindo era fundamental, así como el liderazgo del mejor jugador de la última década, Nikola Karabatic. Los noruegos perdían los papeles intentando recuperar terreno, pero ya era tarde, demasiado tarde, de nuevo la excelsa Francia evitaba cualquier sorpresa y se alzaba con un triunfo merecido. Era su sexto campeonato del mundo, ¡ahí es nada! Una selección en la que ya se atisban cambios, posiblemente, Omeyer, Narcisse, Accambray… pero quién lo sabe, ¡si parecen inmortales! Tiempo al tiempo, pero hoy, todo París, toda Francia celebra un titulo más, otro de los muchos ya conseguidos desde la época de Daniel Constantini. Mientras tanto Noruega espera agazapada, han realizado un gran torneo, con un balonmano limpio, veloz, fresco y brillante. No tardará en dar sus frutos el magnífico trabajo que realizan en sus frías tierras a la orilla de los fiordos y bajo la vigilancia de Odin y demás deidades vikingas. Pero por favor, que no acabe, a pesar de la eliminación de los grandes, hemos disfrutado de la nueva savia como Eslovenia o Noruega.
Ficha Técnica:
33 – Francia: Omeyer; Porte, Remili (4), Fabregas (2), Narcisse (2), Karabatic (6), Mahé (5) -equipo inicial-, Gérard (ps), N’Guessan, Abalo (1), Sorahindo (3), Guigou (5), Porte (5).
26 – Noruega: Bergerud; Bjornsen (4), Tonnesen (5), Myrhol (4), Sagosen (1), Hansen (4), Jondal (2) -equipo inicial-, Hykkerud, Christensen (ps), Gullerud (1), O’Sullivan (1), Tangen (3), Johanssen (1)
Marcador cada 5 minutos: 2-3, 5-6, 7-10, 11-12, 13-16 y 18-17 (Descanso). 22-18, 23-19, 25-22, 29-23, 32-24 y 33-26 (Final).
Árbitros: Gjeding y Hansen (DIN). Excluyeron por dos minutos al francés Fabregas y a los noruegos Tonnesen y O’Sullivan.
Incidencias: Final del Mundial de Francia de 2017 disputado en el AccorHotels Arena de Bercy ante unos 15.600 espectadores.
Y para finalizar esta crónica, recordar el All Star Team del campeonato, que queda de la siguiente manera:
Extremo izquierdo: Jerry Tollbring (SWE)
Lateral izquierdo: Sander Sagosen (NOR)
Central: Domagoj Dunvjak (CRO)
Lateral derecho: Nadim Remili (FRA)
Extremo derecho: Kristian Bjornsen (NOR)
Pivote: Bjarte Myrhol (NOR)
Portero: Vincent Gerard (FRA)
Máximo goleador: Kiril Lazarov (MKD) – 50 goles
MVP del campeonato: Nikola Karabatic (FRA)
Allons enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé. Vive la France, vive le handball!
Imagen destacada: L’Equipe
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