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Federer exprime a Nadal en una final para el recuerdo

El tenista suizo, Roger Federer, ha ganado el Abierto de Australia ante el español Rafael Nadal por 4-6 6-3 1-6 6-3 3-6. Conquista así su décimo octavo ‘Major en lo que va de carrera, así como su quinto trofeo en la ciudad de Melbourne.

Allí donde los dioses se reúnen. Allí donde las musas cantan y los seres divinos conviven en su día a día. Allí, en ese lugar llamado Rod Laver Arena, y no en ningún otro punto del globo terráqueo, se vieron las caras dos hombres, dos señores, dos raquetas mágicas, dos leyendas. Allí hemos soñado, hemos vivido y hemos disfrutado de uno de esos partidos que serán recordados por su historia, y, sobre todo, por su resultado.

Tal que así saltaron dos de los mejores chicos que el tenis ha creado para brindar a una pista abarrotada el mejor encuentro deportivo de este primer mes del año. Ambos eran conocedores de que debían realizar un gran calentamiento para así conseguir hacerse con un hueco en el peloteo desde primera hora. Sin embargo, de nada vale empezar más o menos enchufado en una escena como esta, ya que los nervios influirán con total seguridad.

Así pues, los primeros juegos bailaron sobre la tarima de la igualdad, dejando pequeñas pinceladas de pasos extravagantes que no sirvieron para demasiado. La gran manera de mantenerse en pie con su servicio convirtió a Federer en el dominante de este set en este aspecto, el cual sería el que desequilibraría la balanza. Rafa, por su parte, trató de no abrumarse y de recuperar el territorio con su saque, algo que poco a poco comenzó a ser un estorbo más que una ayuda.

No teniendo apenas opciones de quebrarle el servicio al suizo, Nadal se despistó en el momento en el que menos debía haberlo hecho. Sí, en efecto, en el 3-3. En ese mismo instante llegó el quiebre del veterano de 35 años, así como la oportunidad de hacerse con la primera de las mangas. No hubo así rival para este señor del tenis durante los siguientes minutos, unos en los que pudo cerrar lo que ya era suyo: el 4-6 que significaba el 0-1.

Nadie creyó por aquel entonces que algo fuese a cambiar. Rafa se encontraba desarrollando un juego demasiado conservador, y Roger se postraba como el símbolo más fiel del control y la seguridad. No habían existido apenas errores para este maestro de la raqueta, aunque, por desgracia para él, esto no duraría para siempre. De esta forma, nuestro estandarte dio el ‘do de pecho’ nada más dar comienzo la segunda manga consiguiendo un break de suma importancia. Manteniendo este y sabiendo cómo ser agresivo, su contrincante comenzó a caer paso a paso hasta incluso llegar a cederle el placer de ponerse 4-0 arriba.

Ahora era el instante en el que había que bombardear, en el que había que soñar con empatar la contienda y en el no se podía errar. Federer contrarrestó la segunda rotura con una por su parte, jugando un tenis de sueño y con enorme entereza que se apagó en los siguientes juegos. El manacorí, tirando de casta y siendo sumamente conservador con su saque, puso el candado al segundo. Era el empate. Había que empezar de cero un choque de 3 parciales.

El cara a cara se instauraba ahora en un planteamiento muy distinto. Los dos genios sintieron en sus raquetas cómo el partido les iba consumiendo, pese a que todavía tuviesen gasolina de sobra para superarlo. A causa de ello y de haber salido perjudicado de la segunda manga, Roger bajó el pistón en el inicio del tercero, cediendo así hasta tres oportunidades de break a un balear que no supo aprovecharlas. Sería este, sin duda alguna, el eje del enfrentamiento, dado que, de haberlo conseguido, se habría dejado bien atrás al suizo y la historia se habría contado de una forma distinta.

Bien definida la situación por este suceso, Federer puso tierra de por medio con una quiebra en el 0-1 que lo condujo a hacerse dueño y señor del parcial desde este juego. Siguiendo este esquema y teniendo que preocuparse de mantener el tipo, se colocó 0-3 con la friolera de 10 puntos directos. Nadal no era capaz de frenar el ímpetu de una leyenda, de un hombre que estaba mostrando al planeta que no importa la edad, sino la calidad en esta gran disciplina deportiva. El campeón de 17 Grand Slams, siguió a lo suyo, sabiendo estar en la pista e incluso llegando a plantear serios problemas en el saque al español. Por desgracia, de nada sirvió que se esforzase al máximo el nuestro, dado que minutos después de haber salvado hasta tres bolas de rotura, el maestro colocó en el electrónico el 1-6 definitivo que le conduciría a la conquista el 1-2 en sets.

España entera vibraba, nadie quería asumir la realidad, y es que, el señor del tenis estaba bordándolo en el escenario que no debía hacerlo. Rafa estaba un tanto apagado, no se reconocía a causa de los tremendos mazazos que su oponente conseguía lanzar cuando lo necesitaba. Federer había pasado tres mangas queriendo finalizar los peloteos en menos de lo que canta un gallo, cayendo todos estos de su lado. Así pues, la clave estaba en desestabilizarle y en comenzar a dar ciertos coletazos que terminasen con estas estadísticas.

El nuestro, impasivo ante la situación y sabiendo que este era su clima, el estar por debajo y remontar cuando ninguno de los fans creen que es posible, salió a comerse a su máximo rival en la historia. Primero quebró en el 2-1 en la segunda opción que tuvo, más tarde, intentó hacerse grande al resto, ya que el suizo empezó a flaquear en este apartado y a ceder algún que otro metro del terreno; y, finalmente, se jugó el todo por el todo para sellar lo que todos querían, lo que todos amaban ver: un quinto parcial que desafiaría las leyes de la gravedad.

Cuando te toca dar una lección para escribir tu nombre en la zona privilegiada de los libros de los récords, cuando ante ti está la oportunidad de hacerte valer, de volver a crecer, cuando es tu hora, debes darlo todo, absolutamente todo. Si Rafa nos ha enseñado algo, es esto. Es el no rendirse, el batallar hasta el final aunque enfrente de ti esté el mejor jugador que ha pisado una pista. Nada de esto importa cuando se trata de él.

El quinto, ese momento, se preparaba poco a poco, tan poco a poco que incluso Roger se tuvo que marchar al vestuario para tratarse médicamente. La cabeza de Wilson no quiso ni siquiera crear polémica, saliendo y entrando casi sin que el público lo denotase. No quedó ni rastro de aquellas protestas de Wawrinka sobre Nadal en este mismo escenario, y es que, la caballerosidad del español respetó al cien por cien la decisión del suizo.

Pero había que terminar con tanto protocolo, había que dejar a un lado el señorío y volver a la batalla. Descansados ambos había que dar apertura a un conflicto que no dejaría a nadie indiferente. Tal fue la intensidad que destiló el manacorí que nada más brindar los primeros servicios el ‘Maestro’, cayó la rotura, pero no el ritmo del encuentro. Desgraciadamente, nada de esto es suficiente para frenar a una bestia tenística como es Federer, ya que, aprovechando un par de huecos que pudo encontrar como si de alfileres en un pajar se tratasen planteó hasta un total de 3 bolas de rotura que no sirvieron para más que para dar aún más tensión al evento.

Entre tanta tensión se instauró la calma en la central de Melbourne. El ritmo bajó, sobre todo, por parte del balear, quien comenzó a ver como su contrincante se le iba subiendo a las barbas cuando menos debía hacerlo. El saque de Rafa se convirtió en un infierno, mientras que el del histórico ganador de Wimbledon buscaba conseguir algo que no podría: destronar al que estaba mereciendo, por corazón y por juego, morder el trofeo de Australia. En cualquier caso, el despliegue tenístico de los dos dioses fue digno de alabar. Una ocasión tras otra las bolas fueron manejadas por las raquetas tal y como si se tratasen de objetos teledirigidos por seres superiores. El suizo con sus reveses a una mano, y el español con su valentía y sus golpes portentosos, fueron consumiendo el quinto lentamente.

No había margen de fallo en la noche australiana. Tal fue el precio que se debía pagar por los errores, que a la mínima que no pudo mantener el tipo, Nadal sucumbió para incluso verse abajo en el marcador cuando Roger lo bordó en su saque. La tensión se volvió a sentir en el aire. Apenas se podía respirar en unos momentos en los que el público amaba lo que estaba viendo. Dos ejes del mundo del deporte frente a frente con un marcador de 3-4 en el que el que se llevase el gato al agua se podría coronar como campeón del continente oceánico. ¿Qué más se podía pedir?

Todo ello no quedó en el aire. Federer se postró como primer candidato haciendo sufrir en el saque a Rafa. El chico de Moyá fue capaz de salvar hasta cuatro puntos de rotura, no pudiendo, sin embargo, parar lo que estaba demostrando su rival. La seriedad de este tenista era tan sumamente brutal que probablemente nadie será capaz de ni siquiera imitarla. Gracias a esta y a su tremenda calidad, puso el juego del miedo, del temor, del nerviosismo generalizado. Puso el 3-5.

Si todos especularon y volvieron a dejar de lado al más laureado de nuestra historia, acertaron. Los ojos de halcón le jugaron una buena pasada la leyenda. Federer acertó y se llevó lo que más amaba. Casi al borde de su retirada había acabado con nuestro emblema. Esta final quedaría guardada en la memoria de todos, muy a pesar de si se deseó que ganase uno u otro. Gracias por tanto duelo. Enhorabuena, ‘Maestro’.

Imagen: WGUL.

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