Análisis

2016: año de la marmota en Pucela

Este año que llega a su fin deja un agridulce sabor de boca a la parroquia blanquivioleta, y se le supone agridulce si el aficionado es un romántico, porque en este deporte llamado fútbol también entran en juego los sentimientos, la ilusión o la esperanza, eso que muchas veces se conoce como “las sensaciones”. Para los menos románticos -o los más pragmáticos- en realidad ha sido un año  malo, o muy malo, pero hasta en eso es difícil posicionarse, ya que, después de unas temporadas ofreciendo un rendimiento y unos resultados muy por debajo de lo que se le supone a este Real Valladolid, no resulta precisamente sencillo establecer un baremo que permita evaluar el rendimiento y resultados del club.

Cabe recordar que la entidad vallisoletana es la decimotercera en la clasificación histórica de la liga después de 42 años en primera división, pero a diciembre de 2016 los resultados no concuerdan con la historia.

En este deporte, como en todos,  el crédito que dan los sentimientos hacia unos colores no se puede estirar durante mucho tiempo, porque al fin y al cabo los resultados mandan y a final de año toca hacer balance, ir a por las notas y saber si el camino andado ha llevado, o no, a buen puerto.

Parece contradictorio decir que al Real Valladolid incluso le ha venido bien cuajar unas últimas temporadas tan malas; esto se explica si se echa la vista atrás y se compara con lo que está aconteciendo en la actualidad : quién recuerda ya cuando  el equipo en primera división no cuajaba buenos partidos yendo en mitad de tabla y se le pitaba, o salvarse en la última jornada de caer al pozo de la segunda división era casi un fracaso, quien le iba a decir a la gente que ese pozo se ha convertido estos últimos años en el hogar donde pace a duras penas este club. No se debe olvidar que en la 2015/16 se temió por la permanencia del equipo en esta categoría. Ahí podría estar la explicación, cuando esa ha sido la tendencia, el seguidor pucelano puede llegar a  estar ilusionado por estar a tres o cuatro puntos del playoff o para el más pesimista poder conformarse con mantener la categoría sin pasar apuros.  La realidad sobretodo en 2015 y 2016 ha sido esa, una pesadilla para muchos, una pesadilla recurrente desde hace ya demasiadas temporadas, después de otro año la situación sigue sin variar en exceso, toca hacer análisis.

El año comenzó con nuevas caras  de sobra conocidas: Roger Martí y Borja Fernández fueron los estandartes con los que se quiso apuntalar las carencias que el equipo venía arrastrando durante el transcurso de la temporada. Dos jugadores que garantizaban compromiso, trabajo y experiencia en una categoría tan peculiar como es la segunda división. Aún así, el año comenzó con derrota y con Miguel Ángel Portugal en el banquillo después de sustituir a Gaizka Garitano en el mes de octubre de 2015 tras un  mal inicio de campaña y una imagen más que discutible del equipo tanto en casa como lejos del José Zorrilla sumando 9 puntos en las primeras 9 jornadas disputadas y dejando al equipo en puestos de descenso a 2ªB.

La trayectoria del burgalés como director de orquesta del club pucelano contó con más decepciones que alegrías. Sumar 36 puntos en 26 jornadas no fue presa suficiente para una afición y un presidente que no atisbaban síntomas de mejora y veían entrar al equipo en una espiral negativa con actuaciones y resultados más que cuestionables, sobretodo fuera de casa con derrotas muy dolorosas como la de Miranda de Ebro, por poner un ejemplo, encajando 4 goles y dando una imagen, cuanto menos, preocupante. La gota que colmó el vaso se produjo con la derrota (1-0) frente a  C.D. Osasuna haciendo una racha de 1 punto de los últimos 15 disputados y situando al equipo más cerca de los puestos de descenso a 2ªB que del playoff de ascenso a primera división. La falta de autocrítica de Portugal (entre otras cosas) aparentando absoluta normalidad acabó con la paciencia de Carlos Suárez y Braulio Vázquez que decidieron rescindir el contrato del entrenador por segunda vez en la temporada.

Tras la destitución, Rubén Albés, actual técnico del equipo filial,  se hizo cargo del primer equipo hasta que el 26 de abril Carlos Suárez anunció a Alberto López como el encargado de dirigir al Real Valladolid hasta final de temporada, intentando llegar de la manera más digna posible a la jornada 42, y sea dicho de paso, no pasar apuros para mantener la categoría. El ex portero que militó en la Real Sociedad y después en el conjunto blanquivioleta consiguiendo el ascenso de los récords con Mendilíbar al mando, llegaba con un corto curriculum como entrenador. Su llegada vino marcada más por la amistad de éste con el presidente que por su credenciales como técnico, tal y como destacó el guipuzcoano en su presentación.

El nuevo entrenador calificó las 7 jornadas que restaban para terminar la temporada como “7 finales” y prometió trabajar para “devolver el orgullo” a la afición pucelana.

Nada más lejos de la realidad, Alberto López se topó con un vestuario dividido, un ambiente enrarecido y unas aspiraciones poco ilusionantes para todos, un cóctel de malos presagios que escribiría un epílogo digno de novela trágica. El enfermo ya estaba sentenciado y sólo quedaba esperar al certificado de defunción. El balance obtenido en esas 7 jornadas no mejoró nada de lo visto a lo largo de la temporada.

El técnico acabó su contrato con una emotiva carta a la afición y dejando al equipo en segunda división un año más, para alivio de muchos.

Con el final de la temporada llegó el anuncio del nuevo técnico para la 2016/17: Paco Herrera. El entrenador catalán llegó a orillas del Pisuerga con buenos propósitos y una trayectoria contrastada en segunda división consiguiendo sendos ascensos con el R.C. Celta de Vigo y con la U.D. Las Palmas en los años precedentes.

El nombramiento del barcelonés fue del agrado de todos y eso ayudó, junto con una acertada y emotiva campaña de abonados por parte del club, a sembrar nuevamente la ya más que nombrada ilusión y frenar la espantada general de gran parte de la masa social.

Con fichajes de la talla de Isaac Becerra, zamora de la competición la pasada temporada en las filas del Girona F.C., Álex López, Joan Jordán, Jaime Mata o la vuelta del central formado y nacido en la provincia vallisoletana Rafa López se formaba una columna vertebral nueva para un proyecto completamente nuevo, manteniendo lo poco salvable de la temporada anterior, destacando a Juan Villar o André Leao.

Diseñada la plantilla, a falta de algunas incorporaciones, tocaba comenzar la pretemporada. Se escogieron tierras portuguesas, Melgaço más concretamente. Ahí Paco Herrera tuvo la oportunidad de ir conociendo al grupo y logró una unidad en la plantilla que no se recordaba desde hace años en tierras vallisoletanas.

La temporada comenzó con buen pie cosechando 7 de los primeros 9 puntos frente a Real Oviedo, Rayo Vallecano y Girona F.C. equipos llamados a priori a estar arriba y descubriendo a José Arnáiz como jugador revelación, pero el paso de las jornadas ha ido haciendo mella al Real Valladolid.

Sin cuajar malas actuaciones, tampoco se vió un equipo con un estilo de juego definido y brillante, eso acompañado de 5 derrotas consecutivas hizo en un primer momento saltar las alarmas. Pero sólo en un primer momento. El remanente de las primeras jornadas sumado a que alguna de esas 5 derrotas pareció inmerecida, hizo que la tranquilidad fuera la protagonista por parte del club, cuerpo técnico, jugadores y sobretodo afición.

Pero la tendencia vista jornadas después ha hecho que la tranquilidad reinante se convierta en calma tensa.

Después de 19 jornadas el equipo no ha sido capaz de encadenar 3 victorias consecutivas, ni siquiera ha sido capaz de asomarse a los puestos de playoff desde las primeras jornadas, es más, en muchos momentos de la competición ha estado más cerca de los puestos de descenso que de los puestos de promoción. Sólo en partidos concretos se ha desplegado un fútbol fluido y atractivo, aunque en muchas ocasiones ni siquiera con eso se ha logrado obtener los 3 puntos; un ejemplo de ello fue el partido en Zorrilla frente al Real  Zaragoza, donde se fue incapaz de batir la portería contraria. La falta de acierto arriba ha sido una lacra durante la primera vuelta a pesar de contar con jugadores que han demostrado por momentos tener calidad y optar por competir por un  puesto en el once titular como pueden ser Raúl de Tomás o Jaime Mata.

El cuento de la lechera vuelve una y otra vez cada dos o tres jornadas haciendo cuentas, cálculos de lo que podría ser si se vence el domingo en Elche, o si se sacan los 3 puntos en Soria o Getafe… Pero ha sido un hecho que en este 2016 que ya se va no se ha logrado mejorar, al menos en lo que a objetivos se refiere, lo ya visto en estas últimas temporadas.

El año nos deja un balance en liga de 43 partidos, sumando 13 victorias, 13 empates y 17 derrotas, con un máximo de 2 victorias consecutivas en liga (en 4 ocasiones), números que distan mucho de lo que a principio de temporada hubiera imaginado cualquier seguidor de la Liga 1,2,3.

Si nos ceñimos a lo que se lleva disputado de la 2016/17, el balance es de 7 victorias, 4 empates y 8 derrotas, no varía ni mejora notablemente la media cosechada a lo largo del año, y se ha despedido de él al igual que le comenzó: volviendo a casa con el saco de puntos vacío, esta vez frente al Getafe C.F. ¿serán Paco Herrera y sus jugadores capaces de revertir la situación? Esa misma pregunta rondó el año pasado por las mentes blanquivioletas, en aquella ocasión con Miguel Ángel Portugal como protagonista.

Y  es que este ha sido el año de la marmota para el Real Valladolid, que despertó el 1 de Enero de 2016 para estar 365 días después en el mismo punto, con las mismas preocupaciones, necesidades y urgencias. Sólo el devenir del año que en nada entra nos dirá si el 2017 será un nuevo sueño recurrente con diferentes protagonistas, una horrible pesadilla o un placentero despertar en el cielo de la primera división.

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Fotos vía realvalladolid.es y laliga.es

 

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