“Este deporte es para elefantes”. Así empezaba una de sus charlas el genial Moncho Monsalve. ¿Y por qué lo decía? Seguramente porque es de la opinión de que en el baloncesto el tamaño sí que es importante. Y seguramente que tiene toda la razón del mundo. Cuando el talento, la técnica, el conocimiento del juego es igual entre dos jugadores, la condición física y sobre todo el tamaño hace decantar la victoria hacia el lado del “elefante”.
Pero el baloncesto está viviendo en los últimos años una revolución que está cambiando las posiciones naturales en los equipos: bases, escoltas, aleros, ala-pivots y pivots. Los bases cada vez son más altos (Doncic) con lo que los escoltas puedes jugar de bases (Llull). Los entrenadores matan por tener aleros rápidos con más de dos metros (Claver) y ala-pivots que puedan suplir a los aleros y además que jueguen por encima del aro (Nocioni). Y a los elefantes, o sea, los pívots, cada vez más ágiles, a ser posible con buena mano y que corran de zona a zona lo más rápido posible. ¡Es el baloncesto moderno!.
Y en eso trabajan todas las categorías inferiores de equipos de élite y selecciones nacionales. Y no les faltan motivos para buscar el jugador perfecto… con buen manejo, buenos fundamentos técnicos, buen pasador, gran tirador exterior y ya si es grande mejor que mejor.
Pero nos estamos olvidando que la canasta más fácil es la que se mete debajo del aro, un aro que está a 3,05 metros de altura y que tener un jugador dominante en la zona con más de 2,10 metros y 115 kilos es un lujo para cualquier equipo con mimbres de campeón. ¡Así es! Estamos dejando a un lado a los elefantes.
Esos duelos entre Fernando Martín y Audie Norris eran memorables, una verdadera lucha de titanes. Ver a Sabonis dominar los dos aros con esa facilidad y elegancia era excusa para pagar una entrada. Los zarpazos de Pinone, el ganchito a cámara lenta de Romay son ejemplos de elefantes que están la retina de muchos y que no se volverán a repetir. A no ser que a jóvenes jugadores de cantera con más de 2,08 les empiecen a dar chuletones de Ávila y a enseñarles a postear y salir de cada entrenamiento, de cada partido con arañazos y moretones que nos les puedan contar con los dedos de las manos.
En definitiva, los elefantes están en peligro de extinción. Todo un disgusto para el maestro Moncho.
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Una gran lección de baloncesto, si señor