Opinión

Expliquemos la debacle de Peñarol

Consumado el último partido del Campeonato Uruguayo Especial para el Club Atlético Peñarol, lo que busco es ir más allá del resultado, de la crónica sobre lo ocurrido ante Defensor Sporting. A través de este artículo lo que intento es analizar, desde mi punto de vista, las situaciones que han llevado al club más laureado de Uruguay a gestar una de sus peores campañas de la historia.

En un partido aburrido, en el que Peñarol mereció por lo menos el empate pero que los violetas supieron sostener el arco en cero de buena manera, los goles de Matías Cabrera y Gonzalo Bueno (jugadores identificados con el tradicional rival, como para ponerle la frutilla a la torta) significaron el 0-2 para Defensor Sporting y una nueva derrota del Carbonero.

El encuentro queda para la estadística nada más ya que, tanto el equipo violeta como el aurinegro, no se jugaban nada. El primero, ya clasificado para la Copa Sudamericana del próximo año mientras que Peñarol buscaba terminar el torneo de la forma menos calamitosa posible (no lo logró).

Las claves en la debacle del club en este semestre serían:

1-  Falta de referentes

Cuando empieza el torneo, el Club Atlético Peñarol hizo una inversión económica importante para traer a los mejores jugadores del medio (los que habían destacado en el último torneo), que a su vez son jugadores jóvenes y con proyección. La realidad es que, antes de comenzar el campeonato, en los papeles, nadie podía discutir que se había armado el mejor plantel del medio, con la llegada de los dos goleadores del último campeonato: Junior Arias y Gastón Rodríguez, este último también siendo elegido mejor jugador del mismo.

También llegaron Nicolás Dibble, jugador revelación del torneo anterior, y otros jugadores como Luis Urruti, Alex Silva o Ángel Rodríguez, que habían rendido a gran nivel en sus equipos. ¿En que falla Peñarol a la hora de las incorporaciones entonces? Peñarol se olvida de los “referentes”, esos jugadores de más experiencia que son necesarios siempre para acompañar el crecimiento de los más jóvenes y para dar la cara cuando la presión consume a los que tienen menos trayectoria. Jugadores que hablan en la cancha, que organizan al equipo, que gritan y que motivan a los compañeros.  Un jugador como fue en su momento Antonio Pacheco o como el último ejemplo, Maximiliano Olivera, que se fue a la Fiorentina cuando comenzó el semestre y dejó al equipo sin una voz de mando.

¿A que me refiero con voz de mando? A un jugador capaz de mantener al equipo prendido cuando las cosas no salen, a un jugador que pueda arrimarse al delantero debutante y arroparlo cuando los goles no llegan y la tribuna se lo está comiendo. El equipo tenía muchas “estrellas” juntas pero ningún referente y eso, aunque los filósofos del fútbol le quiten trascendencia, existe. Existe en Barcelona con jugadores como Gerard Piqué o Javier Mascherano o en el Real Madrid con Sergio Ramos o Marcelo (salvando las diferencias evidentes). Peñarol necesitaba eso, un capitán, un capitán sin cinta, porque los que llevaban la cinta son excelentes profesionales pero no tienen lo que el club siempre ha tenido y que esta vez necesitó imperiosamente en el torneo: personalidad. 

2- Proyecto deportivo inexistente (director técnico) 

Este es probablemente uno de los temas más discutidos en Peñarol en los últimos tiempos, el Director Técnico. Peñarol echó en Enero de 2016 a Pablo Bengoechea, técnico campeón en los dos torneos que jugó. Es verdad que el equipo había caído en las finales con el Club Nacional de Fútbol y realmente jugaba mal, pero los resultados a corto plazo se estaban dando y si los resultados son positivos se puede trabajar mejor y con más tranquilidad a largo plazo.

La realidad es que una derrota ante el tradicional rival en un Clásico de verano apresuró la salida del DT, que se fue faltando poco para comenzar la Copa Libertadores, con un plantel que él había armado y dejándole poco margen para trabajar al técnico que lo sucediera. Su sucesor fue JorgePolilla” Da Silva, hombre que supo ser campeón con Peñarol en 2012 y que si bien era resistido por muchos, se hizo con el cargo y algunos lo justificaron porque supuestamente “no se puede jugar peor”. Grave error, Da Silva logró lo impensado, ahora Peñarol no solo jugaba espantosamente mal sino que tampoco ganaba. Hizo el ridículo en la Copa Libertadores ganando un solo partido (ya eliminado) ante Sporting Cristal de Perú en casa y perdió el Torneo Clausura en casa también, en el recién inaugurado Estadio Campeón del Siglo, a manos del humilde Plaza Colonia, una suerte de Leicester Uruguayo para que se entienda bien.

La derrota ante el Patablanca lo hizo definir ante este mismo rival el título de Campeón Uruguayo, el que se terminó adjudicando tras una final reñida que se definió en la prórroga y luego de la expulsión de un jugador Coloniense. Se esperaba que Da Silva se fuera campeón, un técnico que no era querido por la hinchada, que no le generaba confianza a nadie del club y que estaba en una situación difícil de sostener, principalmente en el juego. Lo mejor era irse de buena forma y con el título bajo el brazo, sin embargo la directiva, muy señalada por el accionar incorrecto que habían tenido con Bengoechea, se negó a cesar al técnico en ese momento y el Uruguayo Especial inició con Da Silva al mando del equipo pero, como era de esperarse, terminó renunciando en la fecha 7 tras la derrota ante Danubio, sumando 6 puntos sobre 21 posibles y cayendo eliminado en primera ronda de la Copa Sudamericana.

A Da Silva lo sucedió interinamente Fernando Curutchet, entrenador de formativas del club, con quién Peñarol al principio mejoró, principalmente de cara al gol, pero que terminó siendo más de lo mismo, un equipo con buenas individualidades que deambulaban por la cancha. ¿A qué apunto con esto? Es vital para el buen funcionamiento de un equipo que el técnico goce de plena confianza, que se le permita trabajar. La inmediatez en la búsqueda de los resultados es lo que destruye a los proyectos deportivos. Hoy en día no se permite a los técnicos trabajar y plasmar su idea, por lo que se los desecha a la primera de cambio. En un club grande como Peñarol el tiempo para trabajar es menor y los resultados pesan más que las ideas futbolísticas pero solo a través de un proyecto deportivo serio, el club puede aspirar a volver a los primeros lugares del fútbol sudamericano, de donde nunca debió haber salido.

El primer punto para este tipo de planificación es definir qué tipo de proyecto se quiere hacer y elegir al entrenador que tenga el perfil requerido para llevarlo a cabo. Una vez consumado esto, hay que bancar a técnico y jugadores, principalmente en los momentos delicados, dejar a un lado los resultados y apostar al proyecto (dejar de lado resultados no quiere decir aguantar 10 derrotas seguidas pero si entender que hay una idea de fondo y que a medida que los jugadores la entiendan las cosas van a ir saliendo). Vuelvo a remarcar que, para hacer esto, es importante creer en el proyecto, de lo contrario no tiene sentido. 

3- Crisis dirigencial

La gestión de los dirigentes… ¿cómo definirla?

Es importante reconocer las mejorías que se han logrado en al área de marketing, diversos acuerdos comerciales que sirven para potenciar al club, además de que se consiguió el sueño del hincha peñarolense que es la construcción del estadio. En ese aspecto la dirigencia ha obrado muy bien.

Ahora pasamos al ámbito deportivo y es en ese aspecto donde los dirigentes son los más señalados. La mala gestión con los técnicos, al igual que el maltrato y ninguneo a grandes figuras del club, han dolido mucho pero el principal motivo que ha generado el desencanto del socio Aurinegro con la dirigencia ha sido la falta absoluta de autocrítica. Una dirigencia actual que ha cometido muchos errores, los cuales ha repetido en varias ocasiones y que siempre que ha sido cuestionada, ha buscado culpables externos sin asumir la responsabilidad de sus acciones.

Equivocarse es humano, lo que no puede ocurrir es que se responsabilice a otros por errores propios. La autocrítica es el primer paso para cambiar y si en un Peñarol que necesita imperiosamente un cambio, sus principales autoridades no saben hacerla, algo está muy mal. Nos encontramos en una época en la cual la gente está informada, el socio de Peñarol sabe que pasa, la gente tiene acceso a información que años atrás no tenía. Si se les miente o se les niega cosas que ya saben, se pierde credibilidad. El único pedido que hace la gente a la dirigencia es el de autocritica, el de mirar para adentro, el de buscar las soluciones en casa, bajar la cabeza y trabajar para mejorar, no pasarle la pelota a otros.

La dirigencia no ha logrado hacer nada de esto y el socio de Peñarol está molesto. También podemos hablar del poco peso de los dirigentes en la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol), siendo Peñarol siempre el perjudicado ante cualquier duda. Los dirigentes no han sabido defender los intereses del club ante el organismo rector del fútbol uruguayo, otro grave error en la gestión.

¿Cómo golpea todo esto a Peñarol? Los problemas de arriba repercuten abajo. Si los que mandan en el club no brindan seguridad, no dan confianza ni garantías, ese nerviosismo se traslada a jugadores y cuerpo técnico. La hinchada, el socio fiel que acompaña al club cada fin de semana, se siente engañado, se siente traicionado y ve como se destruye al club de sus amores por caprichos de unos pocos. El dirigente tiene que entender que Peñarol es de TODOS, hinchas, jugadores, técnicos, funcionarios del club y que los éxitos del club están vinculados en un 100% al apoyo incondicional de los primeros y al trabajo de los segundos. La forma de que todo esto funcione es hacer las cosas bien desde arriba, transmitir confianza y trabajar con honestidad.

¿Qué se viene?

Estos 3 puntos son los que considero claves para explicar la hecatombe aurinegra. ¿Hay más temas para hablar? Sí. ¿Existen otras circunstancias que no se pueden manejar? Sí. Si la pelota va al palo, si la pelota no quiere entrar, si un jugador se resbala y propicia un ataque rival, eso es incontrolable.

No podemos pedirles soluciones para eso a los dirigentes o a los técnicos, el fútbol también es azar. ¿Por qué no mencioné a los delincuentes y los problemas de seguridad en las tribunas? Porque si bien creo que tiene mucha responsabilidad la dirigencia, es un tema que excede al club y existen otros actores fundamentales que no están trabajando de buena manera. La delincuencia no es un problema de Peñarol sino del país en general y las soluciones tienen que buscarse en conjunto, con todos los organismos implicados. Lo que comento en este texto y las propuestas que hago son las que pueden estar al alcance del club, sobre lo que lo excede, no tengo intenciones de opinar en esta oportunidad.

¿Se puede salir adelante? Claro que sí. Peñarol es el actual campeón uruguayo y está clasificado a la próxima Copa Libertadores. Hay oportunidad para reivindicarse ¿Por qué se ha caracterizado Peñarol en toda su historia? Por salir adelante en situaciones límite. ¿Va a ser esta la excepción? No.

Quiero invitar a dirigentes, a cuerpo técnico, jugadores, funcionarios el club e hinchada a unirse por un mismo objetivo, el objetivo es devolver a Peñarol a lo más alto. Que no existan discusiones absurdas, que no se mate a jugadores, que no se busquen culpables sino soluciones, que se busque un proyecto y que se trabaje desde la honestidad.

El Club Atlético Peñarol tiene 125 años de historia y es el club Campeón del Siglo XX en América, todo esto se ha forjado con base en el trabajo y el sacrificio. Esta no puede ser la excepción. Cuando Peñarol es campeón, todos festejan y todos se abrazan con todos. Cuando a Peñarol le va mal, hay que mantener esa unión, y esa unión será la base del éxito.

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One Response

  1. Agustín excelente crítica constructiva.Tenemos que mirar para adentro.Beso Hijo

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