Apenas quedaban segundos para el final del encuentro en Los Pajaritos y André Leao tocaba levemente con la cabeza un balón en tierra de nadie, convertiéndose en una involuntaria asistencia de gol para su ex-compañero, Manu del Moral. El Real Valladolid cosechaba su segunda derrota consecutiva, la recuperada confianza parecía desvanecerse y las dudas sobrevuelan de nuevo el joven vestuario blanquivioleta.
La sombra de las 5 derrotas consecutivas, cosechadas a principio de temporada, es alargada y planea sobre el equipo pucelano después del segundo traspiés seguido fuera de casa. El juego en Elche no fue bueno y, durante la 1ª parte en Soria mantuvo la misma tónica; un equipo que sale dormido y termina jugando a merced del ritmo y el estilo que marca el rival.
Después de haber afianzado un estilo y haber conseguido transformarlo en resultados, Paco Herrera se vuelve a enfrentar a las dudas. ¿Es el rombo en el centro del campo la solución o es parte del problema? El retorno de André Leao parecía augurar un regreso a la seguridad para salir con el balón jugado desde la defensa, pero sin embargo la los primeros 45 minutos ante el Numancia fueron un continuo despropósito de pelotazos sin sentido.
La defensa parecía ya asentada pero los despistes en jugadas a balón parado e incluso en saques de banda, han vuelto a aparecer con preocupante asiduidad. La deseada entrada de Rafa en el 11 no ha tenido el efecto deseado y la aportación de Lichnovsky ha perdido importancia hace ya muchas jornadas, siendo la inesperada pareja Alex Pérez-Guitián la que mejores resultados ha cosechado.
Aún así, el equipo tuvo capacidad de reacción en tierras sorianas y, después de que Paco Herrera moviera su banquillo, los pucelanos lograron igualar el marcador y tuvieron inmejorables ocasiones (entre ellas un tiro al palo de Mata) para dar la vuelta al resultado, pero ahí radica uno de los puntos débiles del equipo castellano: el gol.
La delantera del conjunto de la ribera del Pisuerga no consigue ser lo determinante que debiera. No está siendo una buena temporada para los referentes en ataque; Juan Villar está lejos del estado de forma que la temporada pasada le llevó a anotar 15 tantos y Mata está absolutamente negado de cara al gol.
José Arnáiz ha sido la sorpresa del año con sus 4 goles, pero una inoportuna lesión le ha apartado del césped y el equipo lo ha acusado enormemente. Raúl de Tomás apunta extraordinarias maneras, pero su individualismo a veces le pierde y parece que el técnico pacense cree que aporta más como revulsivo que de titular. A Dejan Drazic le está faltando suerte para entrar en juego, entre adaptación y lesiones, mientras que Iban Salvador parece siempre perdido en trifulcas con los rivales, desesperando más a sus compañeros que a los defensas contrarios.
Aparte de algunas carencias futbolísticas más menos importantes, el conjunto pucelano adolece en muchas ocasiones de falta de oficio, haciendo caso omiso de una frase que Jose Luis Mendilibar acuñara hace ya una década en los vestuarios de Zorrilla: “No pierdas en 1 minuto lo que no has sabido ganar en 89”. Fallos frutos de la bisoñez y falta de acoplamiento de la plantilla, pero que deben ser compensados por la sobrada experiencia del entrenador.
Con todo y con eso, conviene recordar que la juventud del plantel pucelano forma parte de la apuesta a largo plazo por la que el Real Valladolid se ha decidido, dando prioridad a conformar un estilo de juego definido y crear una cantera sólida que vaya aportando valores al primer equipo. Y ahí radican las mayores esperanzas en las oficinas de Zorrilla, con un filial que comienza a destacar con fuerza, donde varios jóvenes proyectos empiezan a tomar forma, amenazando con tomar al asalto un puesto en la primera plantilla más pronto que tarde.
Fuente de la foto de cabecera: El Norte de Castilla
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