El 2016 será recordado en el mundo de futsal como el año que conocimos un nuevo campeón del mundo: Argentina, un finalista inédito: Rusia, un tercer puesto histórico para Irán y un puñado de favoritas eliminadas muy tempranamente. Un Guante de Oro para un joven que no es siquiera titular en su equipo, como Nico Sarmiento, y el Balón de Oro que premia al mejor jugador del torneo para un veterano de 36 años como Fernando Wilhelm. Un Mundial que no será recordado por los arbitrajes o el ambiente, sino como el que marcó el inicio de una nueva era, la del fin del binomio España-Brasil, la de la democratización del fútbol-sala.
Argentina, el triunfo de un grupo.
La selección dirigida por Diego Giustozzi fue la mejor y por eso ganó el Mundial. Así de simple y así de certero.
Los argentinos no partían como favoritos. Apenas si ocupaban el último puesto de un segundo escalón de outsiders que podían llegar a semifinales si alguna de las favoritas fallaban, un poco por debajo de Portugal e Irán.
Pero si algo ha caracterizado en este campeonato a la Albiceleste es por una palabra: CREER. Giustozzi creyó que era posible. Mati, al que el futsal le ha devuelto parte de lo que le quitó hace ya cuatro años en el Mundial anterior, creyó a Giustozzi. Y entre ambos convencieron a sus jugadores para que creyesen que podían alcanzar el mayor de los éxitos.
Fueron ganando los partidos desde atrás, con un Nico Sarmiento inconmensurable y una defensa grupal a la que costaba horrores anotar un gol. Supieron sufrir en el último partido de la fase de grupos ante Costa Rica – requisito, según los expertos, imprescindible si se aspira a conseguir algo importante en un torneo tan corto – pero consiguieron el primer puesto que les mandó al lado menos duro del cuadro. Allí, sin hacer mucho ruido, fueron venciendo hasta plantarse en semifinales ante la Portugal de Ricardinho y Cardinal.
Ese partido fue la confirmación de lo que venía siendo una constante a lo largo del torneo: Giustozzi es un gran entrenador que sabe qué debe decir a sus jugadores en cada momento, con instrucciones sencillas pero efectivas. En el duelo táctico “abusó” de Jorge Braz y se llevó el partido gracias a tres minutos
de inspiración en los que sentenció el partido. La segunda parte fue la muestra de lo que había sido Argentina: inspiración defensiva y trabajo en equipo.
Una solidaridad que les llevó a la gran final, en la que, nuevamente, partían en teórica desventaja. El duelo fue equilibrado pero al final se impuso el oficio argentino, y el mundo conoció a un nuevo campeón del mundo, inédito más allá de españoles y brasileños.
Los más destacados
Irán. Mención de honor para la selección dirigida por Nzemalsharieh, que derrotó a la gran favorita del torneo, posteriormente a la rocosa Paraguay y puso en serios aprietos a los rusos, llevando el partido al límite. Finalmente derrotaron con todo merecimiento a Portugal y se proclamaron terceros, mejorando así su puesto histórico (un cuarto puesto en el año 1992).
Mejor portero: Nico Sarmiento. El guardamenta de Palma Futsal se ha destapado en este Mundial como el gran arquero que se esperaba que fuese dentro de unos años. A sus 23 años ha sido un seguro de vida para su selección, consiguiendo dejar la meta a cero hasta en tres de los siete partidos. Sus actuaciones han ido progresando hasta la exhibición de la final, en la que sostuvo al equipo en los momentos en que más apretaba Rusia buscando el empate.
Mejor jugador joven: Iván Chiskhala. El joven jugador ruso ha asombrado a sus 21 años por el nivel de madurez que ha demostrado en el 40×20, llegando incluso a hacerse un hueco en el quinteto inicial de Skorovich junto a los “brasileños”. El jugador, nacido en una región siberiana con temperaturas de hasta 50º bajo cero, demuestra esa frialdad en el parqué y se ha convertido no sólo en goleador habitual sino en un férrero defensor e incluso se ha destapado como asistente. Un jugador que dará muchos momentos de gloria en el futuro.
Mejor cierre: Fernando Wilhelm. El veterano jugador de Benfica es la prolongación en el parqué de Giustozzi. Un hombre que sabe dónde colocarse en cada momento, que no es, como se suele decir, un diez en nada, pero sube del ocho en todos los aspectos del juego. Contundente atrás, aportando serenidad o claridad en la salida de la jugada, ha hecho de todo y todo bien. El reconocimiento le llega en el momento menos esperado, pero no por ello deja de ser meritorio para el capitán.
Mejor ala: Ahmad Esmaeilpour. El espigado jugador iraní ha demostrado su calidad a base de auténticos golazos. Más allá de su potencia en el disparo de larga distancia, se ha demostrado como un jugador con clase y mucha movilidad pese a su 1’86 metros. Suyo fue el gol en la prórroga que clasificaba a Irán para semifinales a veinte segundos del final. Autor de cinco goles, en la retina de los aficionados quedará también el golazo de falta que anotó a Rusia en semifinales.
Mejor pívot: Éder Lima. El brasileño nacionalizado ruso ha demostrado partido tras partido cómo juega el clásico pívot de fútbol-sala, llegando a desmontar cualquier defensa, incluida la de Argentina, que sufrió más que nunca con el fornido jugador de Gazprom Ugra, y eso que su mejor socio, Robinho, no fue tan determinante como cabría esperar de un jugador de su clase.
Máximo goleador: Ricardinho. Si bien es cierto que anotó 6 de sus 12 goles frente a Panamá en fase de grupos, no lo es menos que O’Magico no se podía marchar de Colombia sin algún reconocimiento personal. Anotó los dos primeros de la eliminatoria ante Costa Rica y el decisivo 3-2 ante Azerbaiyán. Dos de los diez mejores goles del torneo parten de sus botas y el reconocimiento de que, si Portugal aspiraba a algo era gracias a él, ha sido unánime.
El Mundial de las decepciones
En el ámbito deportivo, si una selección ha destacado en el plano negativo, sin duda ha sido Brasil. La canarinha se marchó del
Mundial haciendo más ruido por su eliminación que por su aportación al campeonato. Con sus muchos problemas, los pentacampeones lo fiaron todo a un hombre de 39 años, Falcao, que hizo más de lo que se esperaba de él. No sólo batió los tres récords a su alcance, sino que tiró del equipo hasta que no pudo más.
No fue la única. Italia también cayó en octavos, contra una Egipto con la que nadie contaba. Un fracaso en toda regla que se une al sucedido en febrero, cuando cayeron también en el primer cruce – de cuartos – ante la pujante Kazajistán. Mucho trabajo por delante para la selección transalpina si quiere recuperar el brillo de antaño.
La tercera decepción fue España. Si bien tanto los antecedentes (cinco finales consecutivas y campeón de Europa hace unos meses) como las circunstancias (fue eliminada con tres bajas y ante Rusia, a la postre subcampeona del mundo) son muy distintos al de los italianos, ese claro favoritismo hizo que el estrépito de la eliminación fuese más sonado en tanto que el resultado fue muy contundente (6-2 a favor de los rusos) y que en ningún momento La Roja dio sensación de poder con la intensidad de los soviéticos.
Más allá de estos tres países podríamos razonar si Portugal tenía equipo para ir más allá de semifinales, dependiendo en gran medida de la inspiración de Ricardinho y el trabajo de pívot de Cardinal, o si las selecciones asiáticas como Vietnam o Tailandia seguirán creciendo cuando dejen de contar con entrenadores españoles.
Destacó la poca organización en cuanto a que se escogieron pabellones con capacidades de hasta 12.000 espectadores de los que rara vez se llegaba a completar medio aforo, o la escasa cobertura que le dieron los medios, como ya dijimos en su día.
Incluso podríamos debatir si la FIFA acierta o se equivoca en su decisión de abrir el Mundial a todas las culturas, incluyendo al estamento arbitral. Se han visto errores graves por parte de colegiados ingleses, cubanos y de otros países sin tradición alguna en este deporte. Para nuestro país será recordado como el Mundial en el que expulsaron a Sergio Lozano por fingir una falta cuando en realidad fue un mal apoyo que le provocó una rotura de ligamento cruzado.
Pero sobre todo deberíamos congratularnos de la democratización del fútbol-sala, por imágenes que muestran la excelsa deportividad, como el manteo de los iraníes a Falcao en su despedida de los Mundiales. Un Mundial que destacará, quizá no por las individualidades – más allá de los focos que acapararon Ricardinho y Falcao – pero sí por los goles espectaculares que se vieron. Por el crecimiento de, no ya países, sino continentes enteros. Por conseguir que este deporte, tan habitualmente ignorado, se abra a nuevos países. Porque, sin esta expansión, el crecimiento del futsal sería inviable.
Imágenes vía es.fifa.com
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