Análisis

El rey de los leones

El que los jugadores del Athletic Club sean apodados los leones no es fruto del azar. A lo largo de su historia, ha contado con jugadores aguerridos y con casta, que dieron todo por el club bilbaíno y demostraron su valía no solo como futbolistas, sino también como personas con carácter y amor a los colores.

A día de hoy, gran parte de la hinchada echa en falta esos jugadores, tal vez motivada por la ausencia de títulos y éxitos en este fútbol contemporáneo. Sin embargo, esto no debería desacreditar a futbolistas que bien pudieron formar parte de esos equipos victoriosos, pero que debido a ciertos factores, no lograron ingresar ningún trofeo en sus vitrinas vistiendo la elástica rojiblanca.

El jugador al que hoy hacemos referencia es uno de ellos. Un jugador con una calidad extraordinaria, merecedor de ser comparado con los más ilustres del club del “botxo”. Un jugador a la altura de Pichichi, Zarra, “Piru” Gaínza y Rojo. Un jugador que sintiendo los colores rojiblancos como parte de su existencia, caló hondo en la grada, manteniendo con la misma una química que se mantuvo desde su debut hasta el final de su carrera. Un jugador que tiene y tendrá un sitio en la historia del Athletic, y que hizo honra a su apellido. Ese jugador no es otro que Julen Guerrero.

La garra de un león

¿Quién era Julen Guerrero? Pues es poco probable que a algún aficionado al fútbol no le suene quien era, pero fue el máximo exponente de la cantera de Lezama en su generación, un jugador que permitió soñar a los seguidores del Athletic e incluso a los de toda España. Un jugador con el que los títulos parecían más cerca, a nivel de club y a nivel de selección nacional. Un jugador de garra que se convertiría en todo un rey león.

Todo comenzó en Portugalete, en un ya lejano 7 de enero de 1974, cuando Julen nació. Poco podían imaginar en su familia en que se convertiría aquel niño, pero no tardó mucho en demostrar su gran potencial. Ya antes de cumplir la decena de años, ingresó en la cantera del club de su corazón, y a medida que fue escalando dentro de la misma, fue impresionando a todos sus entrenadores, que fueron testigos de una evolución futbolística extraordinaria.

Esa evolución no pasó inadvertida por los entrenadores de la primera plantilla, sobre todo cuando Julen alcanzó la edad suficiente para incorporarse con el resto de jugadores de élite, pero fue Jupp Heynckes quién le dio el paso definitivo. Un paso que no permitió únicamente el debut de la ya más preciada perla de Lezama, sino también que en su primera temporada se convirtiera en titular indiscutible. Heynckes arriesgó dándole los galones a ese jugador aparentemente inexperto, pero sabía lo que hacía, y el acierto se confirmó en un par de partidos. El pasado lunes hicieron 24 años de su debut, en un partido contra el Cádiz en el que comenzaría a granjearse su leyenda.

Julen comenzaba a destacar en la posición de mediapunta, posición que mantuvo el resto de su carrera deportiva. Su visión de juego y olfato de gol parecían impropios de un chaval de su edad. Tímido fuera de los terrenos de juego, el jugador se ganó de inmediato con su carácter y determinación al exigente San Mamés, y en ningún momento se amilanó ante el reto que suponía la élite del fútbol profesional español. Cada vez que Julen saltaba al terreno de juego, aquel imberbe cachorro se convertía en todo un león, un león que hincaba sus dientes sin piedad a unos adversarios que poco podían hacer para reaccionar.

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Las características que definían a un jugador como Guerrero eran su oportunismo, su concentración, y su instinto goleador. Gran regateador, con un excelso manejo del pase y control de juego, y sobre todo con una habilidad extraordinaria en el remate, se había convertido en un espécimen de “futbolista total”. Su calidad únicamente se podía comparar a su tirón mediático y a su caché en el Athletic. Pese a la mencionada timidez, era un jugador que enamoraba (para algunos de manera literal) y que lograba ganarse admiradores allá donde fuera.

Una década sublime

La nueva perla salía a relucir, y lo hacía además de manera fulgurante. Sus buenas actuaciones en el Athletic y en las categorías inferiores de la Selección Española hicieron que, a mediados de su primera temporada en Primera, Javier Clemente le convocara con el combinado absoluto, debutando en un partido contra México el 27 de enero de 1993. Su compatriota vizcaíno sabía de la calidad de Julen, y no dudó en confiar en él en los próximos envites de La Roja.

Mientras tanto, el portugalujo seguía haciendo historia en el Athletic. Una vez finalizada su primera temporada, que supuso un éxito absoluto (10 goles en 37 partidos), Julen se perfilaba como futura estrella de un Athletic que venía a menos durante las últimas campañas. En la segunda temporada, la 93-94, es de destacar su hat-trick en la primera jornada contra el Albacete, su gran actuación en la victoria contra el FC Barcelona en el Camp Nou, y sobre todo, sus 4 goles al Sporting de Gijón en un 7-0 histórico en La Catedral. Todo eso le valió para disputar el Mundial de Fútbol de Estados Unidos con apenas 20 años.

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Con este rendimiento, no podían faltar las ofertas por parte de otros grandes clubes. Los clubes más potentes hacían cola para ganarse a Julen Guerrero, e intentaron tentarle con ofertas de todos los colores. El Real Madrid, el Milán, el Barcelona… todos ellos tenían una misma ambición: el número 8 del Athletic. Sin embargo, Julen lo tenía todo claro. Su club estaba por encima de todo, y el amor a los colores predominaba en su personalidad. Por ello, fue protagonista de uno de los contratos más longevos de la historia del fútbol, firmando un contrato hasta 2007. Teniendo en cuenta que estaban a mediados de la década de los 90, ese contrato era toda una declaración de intenciones: Julen no se mueve de aquí.

Las siguientes temporadas resultaron más duras. El Athletic bajó su rendimiento colectivo, y las posiciones europeas comenzaron a resultar lejanas. Ni Irureta ni Stepanovic hicieron funcionar a los bilbaínos, que se tuvieron que conformar con la lucha por la tranquilidad. Pese a ello, el rendimiento de Julen no varió un ápice. Siguió siendo fundamental en el equipo, y sus cifras goleadoras apenas variaron, logrando superar la decena de goles en esas temporadas.

La llegada de Luis Fernández dio un giro de 180 grados a la dinámica colectiva, y el equipo conectó, y comenzó a funcionar de nuevo. Con la incorporación de jugadores como Joseba Etxeberria e Ismael Urzaiz, la veteranía aportada por jugadores como el actual presidente rojiblanco Josu Urrutia, Bittor Alkiza y Aitor Larrazabal, y en especial por el magnífico rendimiento de Julen, el Athletic volvió a aspirar a cotas más importantes. Cotas que le permitieron regresar a Europa y participar en la Champions League gracias al subcampeonato obtenido en la histórica temporada 97-98. El hispanofrancés había logrado sacar el máximo rédito de su equipo, y Julen Guerrero llegó a su apogeo futbolístico.

El lustro ominoso

Sin embargo, a partir de las siguientes temporadas, su rendimiento bajó sustancialmente. Nadie sabía por qué, pero aquel Julen no era el mismo Julen de las temporadas anteriores. Ese bajón se notó sobre todo a partir del comienzo del milenio, cuando fue relegado a la suplencia de manera usual, y cuando comenzó a demostrar altibajos en su rendimiento. Pese a que su espíritu de lucha y constancia no se había apagado, si lo había hecho su chispa, esa chispa que le hacía temible con o sin balón. A su vez, todo esto conllevó en que dejarán de llamarle para la selección, disputando su último partido en octubre del 2000.

Sus apariciones los próximos años se convirtieron en esporádicas, incluso con el regreso de su primer valedor, Heynckes, al Athletic. Su participación en esas campañas disminuyó sustancialmente, y no tuvo demasiada influencia en el juego de su equipo cuando tuvo la oportunidad. Sin embargo, sí que existieron apariciones súbitas que pasarían a la historia, como el definitivo 4-3 logrado frente a Osasuna en el viejo San Mamés, culminando una remontada que pasaría a los anales de la historia del club.

Un jugador en esa situación podría haberse visto condenado al ostracismo general, pero la conexión con la grada, fruto de su apoyo y sacrificio incondicional por y para el equipo, le permitieron seguir adelante en el club. La afición le jaleaba en las contadas ocasiones que marcaba, en los partidos que disputaba, e incluso cuando salía a calentar. A juicio unánime de los aficionados rojiblancos, se lo había ganado.

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La relación que llevaba más de dos décadas manteniendo con el club de su vida se vio cortada antes de lo previsto. La situación era muy complicada, y Julen volvió a demostrar por enésima y última vez su carácter como jugador del Athletic en una rueda de prensa a finales de la temporada 2005-2006. En medio de un mar de lágrimas, lágrimas que representaban su gran trayectoria en el mundo del balompié y que engrandecían su profesionalismo, Julen comunicaba la rescisión del contrato que le unía al club hasta 2007. Fue su momento más duro, pero lo afrontó igual que siempre: con la garra de un león de verdad.

¿El final?

De todas maneras, quien pensara que ahí acababa la historia de Julen Guerrero López, es que no conocía realmente a este hombre. Una vez acabada su carrera como futbolista, quiso seguir ligado al mundo del fútbol, y además de cursar y licenciarse en la carrera de periodismo, tomó parte en la cantera del Athletic y más recientemente en la planificación de la del Málaga CF, en la cual su propio hijo ha ido demostrando su talento.

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Esta es la historia de un jugador que ejemplificó a la perfección todo lo que un aficionado pide a los jugadores. Calidad, compromiso, amor, trabajo… son solo algunas de las virtudes que tenía y sigue teniendo este hombre, que siendo niño demostró ser hombre, o en el caso de un club como el Athletic, un león. O en el caso específico de Julen, un rey león.

Imagenes vía: mundodeportivo.com ; eldesmarque.com ; drugstoremag.es  ; miathletic.com ; vavel.com

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