Opinión

El reloj de posesión se puso a cero

Esta historia va dedicada a todos aquellas personas se desplazan a diario para disfrutar del deporte que a todos nos apasiona. El baloncesto de base no sería posible, sin todos esos padres y madres que se desplazan en su coche cada día para llevar a sus hijos e hijas a entrenar y jugar. Llueva, nieva, sea madrugada, por la tarde…

Luis era el más pequeño de su familia.  Sus hermanos eran deportistas: el mayor eligió el baloncesto mientras que el mediano se decantó por el fútbol.  En los descansos de los partidos de baloncesto, el público disfrutaba viendo como un pequeño con gafas botaba un balón, que casi era más grande que él, y lanzaba a canasta. Y cómo estarán pensando, este pequeño era Luis.

Luis fue creciendo en altura, al igual que creció su ilusión y pasión por el deporte de la canasta. Comenzó a jugar en las categorías inferiores del club de su pueblo.  Era rápido,  con buen manejo de balón y con una buena mano desde la línea de tres puntos. Esa temporada, el equipo era un grupo de amigos; se divertían en las pistas, en los entrenamientos y fuera de ellos, y se apuntaban a cualquier torneo en el que pudieron disfrutar imitando a todos los jugadores de la NBA que veían por televisión.

Luis siempre tenía una sonrisa en la cara y caía bien allá donde fuera. Fue subiendo de categorías y fue creando un gran grupo de amigos dentro del baloncesto, entre los que  destacaba Pedro. Eran inseparables, siempre iban vestidos con las camisetas de sus jugadores favoritos y llevaban un balón en las manos.

foto: enbasket.com
foto: enbasket.com

Fueron pasando los años y aunque los estudios y los compromisos que conllevan el hacerse mayor no le dejaban el tiempo suficiente para hacer lo que más le gustaba, siempre que llegaban unas vacaciones o una tarde libre, era fácil ver a Luis con su balón de baloncesto jugando junto a sus compañeros de equipo de siempre. Luis ya jugaba sólo por afición, pero Pedro fue fichado por un buen equipo y empezó a dedicarse profesionalmente al baloncesto. Estaba haciendo realidad el sueño de los dos amigos desde pequeño. Luis se sentía feliz por él, siempre pensaba que ya quedaba menos para que la siguiente camiseta de baloncesto que llevará puesta fuera la de la Selección Española con el nombre de Pedro a la espalda.

Una mañana, Pedro disputaba la final de la liga en una localidad vecina. Iban a verlos muchos ojeadores, y ya se rumoreaba que uno de los clubes mas grandes de España le iba a fichar. A Luis no se le ocurría una mejor forma de pasar la mañana que ver este gran partido de baloncesto. Así que cogió su coche e inició el camino. Una carretera con mala visibilidad, un mal adelantamiento y…..maldita carretera que hizo que éste fuera su último viaje.

La noticia llegó a oídos antes de comenzar el partido a uno de los espectadores, una persona que había entrenado a Luis y Pedro cuando daban sus primeros pasos en el baloncesto. Decidió esperar a que acabara el encuentro para comunicársela a Pedro.

El partido fue trepidante e igualado. Con 75-77 abajo, el entrenador de Pedro preparaba una jugada en su pizarra. Tras dos bloqueos consecutivos, el balón debía llegar a Pedro más allá de la línea de 6,75.

Foto: abc.com
Foto: abc.com

La jugada salió tal y como se había preparado. El balón llegó a Pedro que con una preciosa suspensión se levantó y anotó justo cuando el reloj de posesión se ponía a cero. La victoria, el título y el más que posible fichaje. Lo celebró en medio de la pista, abrazado a sus compañeros que le levantaron en los aires. En ese momento miró a la grada, vio a mucha gente conocida, pero echó en falta ver a Luis. Seguro que habría salido fuera del pabellón a celebrarlo pensó.

Fueron hacia los vestuarios. En la puerta vio cómo lo esperaba Juan, su primer entrenador. Se abrazó a él, pero algo no le gustó en aquel abrazo. Se apartaron a un cuarto contiguo. Un viento helado recorrió aquel vestuario en el momento en que le comunicó la noticia. No podía ser verdad, ahora que uno de los dos cumplía lo que más deseaban, el otro no iba a poder disfrutarlo junto a él.

Pasaron los años y Pedro siguió logrando éxitos. Pero desde aquel día, cada canasta que anota va dedicada a su amigo.

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Esta historia va dedicada a uno de los jugadores que entrené en edad infantil  que falleció en una situación muy similar. Con todo mi respeto y cariño.

Imagen destacada: marca.com

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