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Final de 800: Vuelve la época del “zancudo”

Espero que ser cuatrocentista tenga alguna ventaja para aguantar tantos sobresaltos. Aún sin tiempo para digerir el mejor 400 de la historia, llega otro de los momentos estelares que nos está deparando esta olimpiada de Río.

Salvo contadas excepciones, en las finales siempre están los que deben estar o han acreditado suficiente mérito para conseguir una calle del anillo. A esta lid unos llegan para saborear el diploma olímpico, otros con la mente puesta en la victoria y  los más calculadores, dispuestos a romper la baraja para aguar la tarde a sus maestros.

La representación atlética de la final de 800 queda reducida a dos nóveles americanos, C. Murphy y B. Berian, el potente bloque keniano compuesto por A. Kipketer, F. Rotich y D. Rudisha, el siempre letal Argelino T. Makhloufi y la representación europea a cargo del polaco M. Lewandowski y el Francés P. A. Bosse.

Empieza la carrera tal como los más calculadores habían previsto pero con una liebre de lujo, el keniata A. Kipketer. D. Rudisha no permite la más mínima veleidad y encabeza el grupo perseguidor, arrastrando al francés P. A. Bosse, T. Makhloufi y el resto de la fila de perseguidores. Para no perder comba, todos pendientes de la evolución de la carrera y del ritmo impuesto por los líderes.

El paso por la primera vuelta al anillo presagia otro sobresalto o quizás, una catástrofe para los más valientes. Con 49”23 de Kipketer en la primera vuelta avisa que para ganarle hay que correr por debajo de 1’43”. Sigue la afilada y precisa fila india que no permite el más mínimo resuello, solo para preparar el ataque o resistir el invite.

A falta de 350 metros Rudisha se sitúa a la cabeza de la línea afilada que traza la veloz carrera; precisamente dónde Kipketer anuncia su desacierto. El 600 se pasa en 1’16” y empiezan las dudas, incertidumbres y la preparación para el último suspiro. Coge el mando “el zancudo” para no dejarlo hasta el final. Empieza a desmoronarse Kipketer, pagando el exagerado ritmo impuesto en la primera vuelta, le sigue Bosse y el millero Argelino Makhloufi. A falta de 150 metros se definen las posiciones quedando ya solo los cuatro favoritos, pero con la aparición fulgurante del americano C. Murphy. Los últimos metros reafirman el reinado del zancudo y ya doble campeón olímpico, con el francés Bosse cediendo la cartera ante el empuje del Argelino y el Americano.

Gana Rudisha y por detrás Makhloufi, Murphy y un venido a menos Bosse. Las marcas propias del ritmo feroz de la primera vuelta. 1’42”15 para Rudisha, 1’42”61 y récord de Argelia de Makhloufi, 1’42”93 con marca personal para el americano y 1’43’’ 41 para el Francés.

En cuarta posición entra el keniata Rotich con 1’43”55, 1’44”20 para el polaco Lewandowski. En séptima posición el roto Kipketer, y en la última el otro americano B. Berian.

Se ha impuesto la belleza plástica, la elegancia explicitada en el movimiento grácil de la carrera, es decir el fenotipo de atleta al que todos nos hubiéramos querido parecer. Me alegro, porque somos muchos los aficionados que pensamos que no todo vale para ganar; hay algo más. Si no fuera así caeríamos en la fría  trivialidad de los resultados, apartándonos de lo que más necesita el atletismo contemporáneo: recuperar el reconocimiento público y hacer de él un espectáculo atractivo.

Fotos vía: Quinn Rooney / Getty Images

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