La voz de Josh Allen sonaba áspera, cargada de una mezcla de agotamiento, pues después de ver cómo su invicto se desmoronaba en casa, 23-20, ante los archienemigos New England Patriots, el mariscal de campo de los Buffalo Bills no se guardó nada.
Fue un ataque frontal a la autocomplacencia, un mensaje con nombre y apellido a sus compañeros, para él la derrota fue producto de un “pésimo futbol americano”.
La caída del domingo por la noche no fue un simple revés, fue un ejercicio de autodestrucción, marcado por tres pérdidas de balón que Allen, el líder indiscutible de la franquicia, sintió la necesidad de condenar públicamente.
Su frustración era el eco de miles de aficionados atónitos, donde recalcó que “Simplemente jugamos de forma descuidada,” sentenció el quarterback con el rostro tenso.
“No vas a ganar un partido de futbol americano entregando el balón tres veces.” La crítica de Josh, sin filtros, resonó tras la derrota
Preocupación en los Bills
La mayor parte de la ira de Allen se dirigió a la unidad que él comanda, la ofensiva, pesar de que él mismo se vio implicado en los errores (un fumble y una intercepción), su dedo acusador apuntó a la ejecución colectiva que falló en los momentos importantes.
El ataque no logró anotar un touchdown sino hasta bien entrado el tercer cuarto, una sequía inaceptable para un equipo que se supone debe dominar.
“Eso es solo mal, mal fútbol americano,” repitió Allen con énfasis.
“Simplemente no jugamos bien esta noche.” Acto seguido, fue más allá, saliendo del resultado final: “De nuevo, no deberíamos haber estado en el juego con tres pérdidas de balón, así que eso es una vez más, solo una pésima ofensiva”, dando a entender el llamado de emergencia.
Los regalos que no perdonaron los Patriots
La frustración venía de una racha histórica rota, pues por primera vez en 27 partidos, un récord en la NFL, los Bills terminaron con un margen de pérdidas de balón negativo.
- El primer fumble, un mal handoff entre Allen y el tight end Dawson Knox, desvió el rumbo inicial.
- El segundo, una pérdida de balón del receptor Keon Coleman, frenó una drive prometedora.
- La guinda amarga fue la intercepción que Allen lanzó en la zona roja, borrando puntos que habrían cambiado el desenlace.
- El mariscal dejó claro que la derrota se sintió como una entrega. Además, los 11 castigos aceptados solo sirvieron para drenar la energía del equipo.
- El entrenador Sean McDermott, de forma más tranquila, secundó a su estrella, evaluando de un “momento de aprendizaje crucial” que requiere “conversaciones honestas”.
La ironía de la derrota es que, a nivel estadístico, Allen tuvo un buen juego, completando el 71% de sus pases para 253 yardas y dos anotaciones, sumando 53 yardas terrestres.
Lo anterior, en números, se puede notar el mal plan de juego ofensivo de uno de los equipos contendiendo, ya que se desvanecieron ante el peso de los errores no forzados.
Mientras Allen y su ofensiva se ahogaban en sus fallos, los Patriots, liderados por el novato Drake Maye y un vengativo Stefon Diggs (10 recepciones, 146 yardas), supieron capitalizar cada regalo.
La diferencia, como lo resumió Allen, no fue de talento, sino de disciplina y ejecución en el plan de juego, en el énfasis del “mal partido”.
Por lo tanto, la derrota se siente como un “jaloneo de orejas” necesario, donde los Buffalo Bills deben cambiar la rabia de su líder en fuego competitivo.
En la Semana 6, tendrán su primera oportunidad de revancha en la carretera, visitando a los Atlanta Falcons. Si los Bills quieren ser un contendiente, tienen que demostrar que el “pésimo futbol americano” es cosa del pasado.