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Madre y deporte de élite ¿doble presión?

El deporte femenino está en auge a la par con el movimiento feminista durante el último año. Todos recordamos las diversas manifestaciones que han recorrido las calles de España, igual que recordamos los triunfos de Carolina Marín, Lidia Valentín, Garbiñe Muguruza o las diversas selecciones de fútbol, baloncesto, rugby o hockey, entre otros, que cada año consiguen acumular medallas y triunfos que fomentan la mejor publicidad posible para el deporte femenino.

Ser mujer y deportista, supone una presión añadida. Como en otros trabajos, las mujeres tienen que demostrar el doble que los hombres para recibir la mitad de recursos, oportunidades, halagos y minutos o páginas en los diversos medios de comunicación.

¿Pero qué pasa con esta presión cuando la deportista quiere ser madre? Que la presión aumenta hasta un límite que nunca conocerá un padre deportista.

La decisión de una mujer de ser madre, puede llevar a que tenga que tomar la decisión de retirarse aunque esté físicamente bien después de un embarazo que nada tiene que ver con la salud, la formación o la capacidad física de una mujer que quiere seguir compitiendo. Y la decisión de anteponer el deporte a la maternidad supone tener que renunciar a algo, más por la presión social, por las cláusulas anti embarazo y por la falta de ayudas y de convenios colectivos que por una decisión individual no influida por la sociedad o la legalidad.

La doble presión que supone ser madre y deportista existe porque en muchos casos, en la mayoría de ellos, implica tomar una decisión que suele ser una renuncia a alguna de las dos cosas por miedo a perder lo que tanto deseamos.

Desde colectivos feministas y desde una sociedad que poco a poco está empezando a cambiar la mentalidad con el deporte femenino, se quiere luchar por que la maternidad, el embarazo y la cría de un niño o una niña no impliquen quedarse sin oportunidades de seguir compitiendo o como cualquier mujer de seguir trabajando en el puesto que ocupaba con las mismas condiciones, y si las condiciones fuesen iguales que sus homólogos masculinos sería realmente un acto de igualdad, esa con la que tanto se nos llena la boca pero que todavía no ha llegado. El camino sigue siendo largo. 

Imagen vía: pinterest.com

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