Boxeo Crónica

Lomachenko – Rigondeaux “No Más”

Fue el 25 de noviembre de 1980 cuando en el octavo asalto de su pelea de revancha ante Sugar Ray Leonard, que Roberto Durán le dijo al réferi la famosa frase “no más”, con la cual declinaba seguir peleando, acusando calambres estomacales. Lo cierto es que esa noche en Nueva Orleans, Durán estaba siendo ampliamente superado por un Leonard que quería vengar su apretada derrota ante el panameño cuatro meses antes.

El 26 de noviembre de 2016, el hasta ese entonces invicto Nicholas Walters no quiso salir al octavo asalto para enfrentar a un Vasyl Lomachenko que a esa altura de la pelea lo superaba en todos los aspectos. La noche del pasado sábado la historia se repitió.

Tenía todos los ingredientes para ser una pelea enorme, por primera vez dos medallistas de oro olímpicos se enfrentaban -Lomachenko las ganó en Beijing y Londres, Guillermo Rigondeaux en Sidney y Atenas-, ambos con una brillante carrera amateur, dotados de una gran calidad técnica, rapidez y un estilo que incomoda a sus rivales.

El cubano Rigondeaux debió subir dos divisiones de peso, de 122 a 130 libras, para desafiar al campeón superpluma de la OMB. Era una pelea que él buscó, su estilo elusivo y su gran calidad técnica eran a menudo percibidos como aburridos por la afición. No importaba qué trajeran sus rivales, él siempre se las arreglaba para ganar. En su camino a ser reconocido como el mejor libra por libra, siempre era eclipsado por el ucraniano Lomachenko, quien con un estilo más ágil, vistoso, y por qué no decirlo, entretenido, era presentado además como el rival ideal para una pelea de ensueño.

Desde que la pelea se anunció en las 130 libras, el cubano se encargó de señalar por todos los medios que la cuestión del peso y el tamaño no serían un factor. Su capacidad técnica le permitiría anular cualquier ventaja en ese aspecto, y de todas maneras, estaba acostumbrado a pelear, y ganar, contra tipos más altos y pesados que él. Él nunca rehidrataba más de 4 libras después del pesaje y sus rivales se subían al ring con más de 130 libras. No obstante el contrato estipulaba que el día de la pelea en la mañana, ninguno de los combatientes podía pesar más de 138 libras y ambos sortearon esto sin problemas.

También se especuló que la edad le podía jugar en contra al cubano, a sus 37 años es 8 años mayor que su rival, pero Rigondeaux siempre ha exhibido un estado físico de primer nivel y dado lo excelso de su nivel defensivo, tampoco ha sido duramente castigado. Se ha ido a la lona unas cuantas veces, pero su rostro al final de sus peleas nunca presenta mayor daño.

Así dadas las cosas, la expectación era grande en el Teatro del Madison Square Garden de Nueva York. La pelea comenzó con un Rigondeaux plantado en el centro del ring, fiel a su estilo esperaba los embates del contrario para conectar sus contragolpes, Lomachenko, consciente de ello, probó diferentes ángulos de ataque, sin arriesgar, para ver la respuesta de su rival. Un primer round de estudio que bien pudo ir para cualquiera de los dos combatientes.

A partir del segundo round Lomachenko tomó el control y logró lo que nadie había podido hacer hasta entonces: sacar a Rigondeaux de su zona de confort y llevarlo a su pelea. Sin duda el cubano lo resintió, ya que se le vio sorprendido sin poder articular una respuesta eficaz. El ucraniano se movía de un lado a otro, haciendo fintas y lanzando golpes rápidos que lograban hacer impacto en el rostro y cuerpo del cubano que comenzó a aplicar clinch con cada vez mayor frecuencia.

Para el tercer round quedó en evidencia que Lomachenko estaba en total control del pleito, apabullando a un Rigondeaux que solo atinaba a amarrar y doblar la cintura por debajo de la línea media para evitar ser conectado. Se notaba que el ucraniano había estudiado muy bien a su rival. También aprendió muy bien la lección que le dejó su única derrota a manos del mexicano Orlando Salido, donde los constantes amarres anularon su ataque y enredaron la pela de tal manera que le costó la victoria por decisión dividida. Esta vez no estaba dispuesto a pasar por lo mismo y pudo dejar en evidencia las artimañas del cubano quien ante la imposibilidad de conectar un buen golpe, solo atinaba a abrazar para capear el temporal. Fue tal el abuso que hizo de esta herramienta, que en el sexto round el réferi Steve Willis le descontó un punto. En el descanso, y ante la extrañeza de todos, en su esquina le comenzaron a soltar los guantes, la historia se repetía, Rigondeaux había dicho: “no más”.

Posteriormente en la entrevista post combate, explicaría que se había lesionado la mano izquierda en el segundo round, lo cual siendo zurdo, le dejaba sin su principal arma. No vimos a Rigondeaux conectar ningún golpe importante con esa mano.

Lo que pudimos apreciar es una clase magistral de boxeo impartida por un Vasyl Lomachenko que una vez más dejaba sin argumentos a su rival. Simplemente hizo todo bien, defensa, ataque, contragolpe, manejo de la distancia, movimiento de cintura, cabeceo, pasos laterales, en fin, todo el repertorio boxístico en plenitud.

No sabemos qué decisión tomará Rigondeaux, por lo pronto sigue siendo campeón mundial supergallo. No hay nada reprochable en haber perdido con uno de los mejores boxeadores de la actualidad. Tal vez su negativa a seguir luchando cuando las cosas no pintaban bien para él, sea una mancha que no merece su historial. Un campeón se las arregla para salir adelante, más aun teniendo en cuenta enormes los recursos técnicos que posee.

Para Lomachenko, quien bromeó con que va a cambiar su nombre por “Nomaschenko”, esperamos obtenga el reconocimiento que merece, fueron sus habilidades y no su peso y estatura los que le permitieron alzarse con la victoria, ciertamente su nombre debería encumbrarse a la cúspide de los ránkings libra por libra.

Foto destacada: Top Rank.

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