Opinión

Con el miedo entre las piernas

El Real Oviedo tiró de eficacia para vencer al Córdoba en un encuentro donde, sobre los azules, sondeaba el temor a verse inmersos en la lucha por el descenso.

A lo largo de las últimas semanas, nubarrones grises se dejaban ver sobre las cabezas de los jugadores del Real Oviedo. Las cosas no acababan de salir del todo bien. En casa, los partidos solían comenzar con claros, pero poco a poco, estos daban paso a las nubes. El equipo empezaba mandando, comenzaba ganando. Pero, con el paso de los minutos, el no cerrar los partidos costaba caro. Hasta cuatro puntos se escaparon por los aledaños de un Tartiere que necesitaba sumar de tres en tres.

Este cielo gris también acompañaba al Oviedo en sus viajes lejos del municipal carbayón. Quizás en Barcelona, el punto rescatado por Carlos Hernández dejó algún que otro rayo de esperanza, que se disipó con la derrota en Granada. Otra vez un fantasma conocido, que se dejó ver en el choque frente al Córdoba. El deber y la obligación eran la de ganar a un equipo en una situación similar. Por eso, sobre todo, imperó el respeto. Nadie iba a buscar a su rival, los dos querían evitar el fallo que decantase la balanza para uno u otro lado. Había algo de temor.

El mismo que hizo a Anquela reflexionar sobre su once. El mismo que provocó la titularidad de un Mariga, que aún no está al 100%, pero que demostró que esto del fútbol no se olvida. Quizás también, el mismo que permitió a Mossa ser titular por primera vez, o volver a ver a Valentini de mano, en detrimento de un Forlín que se quedaba en el banquillo ‘por si acaso’. Por si Mariga dijese basta. Había que tener un pivote preparado.

Cuando Guardiola, en propia puerta, adelantó al Oviedo, simultáneamente, los primeros rayos de tranquilidad se dejaron ver sobre un cielo que poco a poco se teñía de un color azul inquebrantable. La tranquilidad que dio también el gol de Diegui en el descuento. Por fin tres puntos, por fin una victoria.

Sin mucho fútbol

La victoria del Oviedo en el día de ayer no vino acompañada de buen juego. Al fin y al cabo, tres puntos son tres puntos, pero todos somos conscientes de que las sensaciones no fueron las mejores. Y, precisamente, ahí está la diferencia entre cualquier equipo y uno que luche por el ascenso. Porque, al final, las buenas sensaciones vienen acompañadas de victorias. Se notó una mejoría en el juego, que debe ser aún más grande si se quiere dar continuidad a esto de sumar de tres en tres.

Y para ello, como dice Anquela, hay que pedirles más y exigirles a los mejores. A esos jugadores que marcan la diferencia, capaces de ganar un partido atascado o de rescatar puntos en encuentros que a otros se les atragantan. Esa clase de futbolistas son los que marcan la diferencia. Se ven cosas, pero estas deben tener continuidad.

El Oviedo, y sus jugadores, deben volver a mirar hacia arriba. Dirigir su mirada hasta los puestos nobles de la clasificación para permitir a sus seguidores soñar. Porque ellos nunca fallan. Da igual la hora, el clima o el lugar, siempre están ahí. Por eso, el equipo debe volver a mirar hacia arriba y luchar por mejorar esas sensaciones. Las que le permitan dar continuidad a esto de sumar victorias.

Imagen destacada: laliga.es

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