Análisis

Paulinho: potencia y transición

El puesto de centrocampista cada vez tiende más a la superespecialización. Los equipos, sobre todo los de élite, buscan perfiles muy concretos para paliar ciertos déficits que acuse su centro del campo para aportar matices que les acerquen a la excelencia competitiva. A su vez, jugadores que en la cantera adoptan multitud de funciones y responsabilidades, van puliéndose según sus características físicas y técnicas hasta adoptar un determinado perfil.

Tenemos mediocentros posicionales que se colocan delante de la defensa y ensombrecen los ataques rivales a la vez que son esenciales en la propia salida de balón. Otros especialistas en ejercer presiones adelantadas. Los más técnicos son los encargados de llevar el ritmo del partido y manejar la velocidad de la circulación. Los más dotados físicamente abarcan mucho campo para dar aire a sus compañeros más finos. Y así, infinitas opciones y combinaciones. Cada equipo tiene unas determinadas piezas que, a la vez que definen su estilo, muestran los aspectos más deficitarios dentro del amplio abanico de posibilidades que ofrece para jugar el trío o cuarteto de centrocampistas que salga al campo en cada partido.

Paulinho, el brasileño ex del Tottenham que ahora juega en el Guangzhou Evergrande de China, encaja bien en esta definición moderna de la polifacética posición de centrocampista. A sus 28 años, Paulinho exhibe un pico de potencia física extraordinario, y en base a ella despliega su juego. Su posición ideal, para centrarnos, sería la de interior en un 4-3-3, acompañado por un mediocentro que le proteja la espalda (como lo hace Casemiro cuando juegan juntos en la selección brasileña) y un interior gestor. Éstos le darían espacio y coherencia táctica para poder ejercer de centrocampista de transiciones, abarcando una gran extensión de campo para llegar de área a área. Roba mejor yendo hacia delante que hacia atrás, ejerciendo presiones adelantadas que hagan imponerse a su físico para robar cerca del área. Ahí puede ser determinante tanto por su buen disparo desde lejos como por una aseada capacidad de último pase. Su estatura y envergadura le hacen constar en el centro del campo, lo que permite a su equipo sobrevivir a disputas en la zona central que vayan acercando la victoria a partir de detalles. Le cuesta más robar en campo propio y sobre todo no hay que pedirle pausa ni elaboración de juego. Sus movimientos no son ágiles ni líquidos como para sortear una presión con una finta (Xavi Hernández, Andrés Iniesta o Luka Modric son maestros ahí), y le falta timing y ritmo para mover al equipo según las necesidades. En el fútbol contemporáneo no cualquier centrocampista sirve, y antes de invertir es esencial diagnosticar el déficit antes de acudir al mercado. Paulinho, a priori, no podrá dirigir los movimientos de sus compañeros pero sí desarrolla movimientos que bien dirigidos pueden ser efectivos en el desarrollo del ataque, sobre todo en transición.

Foto: Sport.

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