Opinión

Cinco años sin Manolo Preciado

Hoy, 6 de Junio, se cumplen cinco años de una noticia que estremeció a todo el fútbol español. La muerte de Manolo Preciado a los 54 años de edad.

Cinco años ya que nos dejaste. Que rápido pasa la vida, Manolo. Aún recuerdo nítidamente tus entrenamientos en Mareo, tus gestos e instrucciones desde la banda de la Tribunona de El Molinón; más aún tus celebraciones de los goles. Y no puedo más que recordarlos con lágrimas en los ojos. Lágrimas que me recuerdan a los buenos tiempos. Tiempos en los que el Sporting, tu Sporting, me hacía feliz.

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Manolo Preciado celebra un gol frente al Albacete en El Molinón (Foto: El Comercio)
Manolo Preciado celebra un gol en El Molinón (Foto: El Comercio)

No importaba que sus gestores siguieran vilipendiando y maltratando a una entidad centenaria. Tú Manolo lograbas que solo mirásemos al campo. Al verde, que como dijo Jose Luis Garci es la hierba de El Molinón. También recuerdo tu primera rueda de prensa como entrenador del Sporting. Llegaste a una entidad sumida en una profunda depresión y con unos problemas económicos alarmantes. Llegaste y te marcaste un objetivo: “Lo que falta aquí es alegría”. Y sabe Dios ahora que estás con él que lo lograste. Ese año el Sporting sufrió para mantenerse en Segunda División, pero sembraste alegría e ilusión.

Un año después nos devolviste a Primera tras diez años vagando por la categoría de plata. Nos mantuviste tres años, con más o menos apuros, pero nos mantuviste en el cielo. En el cuarto no pudo ser; no te dejaron. Porque estoy seguro lo hubieras logrado. Tras veinte jornadas, en descenso a cuatro puntos de la salvación, te echaron y te fuiste con la elegancia del señor que siempre fuiste. Lo hiciste arropado por los tuyos porque me atrevo a decir que ningún entrenador se fue del Sporting como tú lo hiciste. Con más de 500 personas un martes laborable esperándote a la salida de El Molinón para darte la ovación que te merecías.

Tengo grabado en mi memoria el momento en que me enteré de tu muerte. Sería capaz de revivirlo instante a instante del impacto y el shock que me provocó la noticia. Eran las ocho y media de la mañana del 7 de Junio de 2012 cuando, estando en Madrid, yo me enteré de tu fallecimiento a través del WhatsApp. No di crédito. No podía creérmelo. Hasta que abrí un navegador y busqué tu nombre en Google. Una noticia en el diario El País me lo confirmó. No pude contener los llantos.

Manu Preciado enciende una vela en el santuario que se convirtió El Molinón los días sucesivos al fallecimiento de su padre (Foto: Mundo Deportivo)
Manu Preciado enciende una vela en el santuario que se convirtió El Molinón los días sucesivos al fallecimiento de su padre (Foto: Mundo Deportivo)

Tu fallecimiento convulsionó a toda la España futbolística. Hasta aquellos que en vida no pararon de darte palos se mostraron consternados. Ese jueves 7 de Junio ibas a ser presentado como entrenador del Villarreal. El encargado de devolver al conjunto de El Madrigal a Primera División, pero tu corazón dijo basta la noche antes. Egoístamente en Gijón dijimos que tu corazón no soportaría entrenar a otro equipo.

Las horas y días posteriores a tu muerte en Gijón fueron de una tristeza tremenda. Yo llegué a media tarde y me acerqué al Molinón. Lo que vi no lo he vuelto a ver en mi vida y no sé si lo volveré a ver. Las taquillas del estadio inundadas de flores, velas y distintivos sportinguistas. La calle estaba llena de gente con lágrimas en los ojos y los cánticos en tu memoria se repetían una y otra vez. Por no hablar del funeral que te hicieron en un Molinón hasta la bandera días después.

La estatua de Manolo Preciado en los aledaños de El Molinón el día de su inauguración (Foto: Patricia González)
La estatua de Manolo Preciado en los aledaños de El Molinón el día de su inauguración (Foto: Patricia González)

Meses después, cuando creímos haber superado tu pérdida, o más bien creímos habernos convencido de superarlo, pusieron tu nombre a una calle y te hicieron una estatua. Siempre recuerdo con una sonrisa una frase de un amigo. Un buen amigo, ahora en el extranjero, que pasó de pedir que te fueras a la devoción. “Acordaos de que yo abrí un post en el foro pidiendo su marcha y acabé haciéndole una estatua”. Porque tu carisma, Manolo, era capaz de convencer hasta al sportinguista más escéptico.

Más aún cuando la vida te había golpeado fuerte con la muerte de tu mujer y de uno de tus hijos. Nos enseñaste a mirar siempre hacia adelante. Nos enseñaste a creer en que mañana, como todos los días, saldrá el sol. Y así fue como, un año después de tu fallecimiento, te hiciste eterno cuando tu estatua se descubrió. Porque como decía Pipo Prendes en una canción compuesta en tu honor: “Manolo estás presente, hasta siempre, buen amigo, va por ti”. Descansa en paz.

Foto destacada – Goal.com

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