Psicología Deportiva

Lesiones deportivas. Su intervención psicológica

Toda lesión deportiva constituye una pérdida. El deporte que vivimos está montado desde esta óptica en la que un deportista sin funcionalidad es un contratiempo. Para el propio deportista que la sufre, las organizaciones deportivas, los patrocinadores que apoyan y los aficionados que pagan su entrada. Demasiada gente en un cubículo tan pequeño. Tanta que la mayoría no tarda en salir atraída por unas luces, las del espectáculo de siempre, que deslumbran más que las de esa clínica donde alguien retuerce su rostro de dolor mientras encomienda sus esperanzas a que una rotura cicatrice  o esa articulación vea incrementada su amplitud o movilidad en cierto grado. The show must go on!! Esto es y ha sido siempre así.

Las lesiones deportivas son accidentes de trabajo como los que puede tener cualquiera. No vamos a negar esa dimensión rupturista. Interrumpen o limitan la actividad deportiva, introducen cambios en el entorno del lesionado, interrumpen o limitan actividades extradeportivas y provocan cambios de vida personal y familiar. Sí, cuando se van todos los focos de los que hablamos, las lesiones se quedan y tocan más cosas que las del músculo, hueso, tendón o ligamento afectados. La disfuncionalidad es algo más compleja que cierto segmento corporal y viene a invadir la vida de alguien que cada vez que practicaba el deporte que fuese no pensaba podía tocarle a él.

Si dejamos de lado el ámbito preventivo, que daría para mucho, y nos centramos en la recuperación post lesión, podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos la necesidad de la intervención psicológica. Está ampliamente demostrado que los deportistas que rehabilitan mejor son aquellos que muestran una elevada motivación interna, poseen determinación y fuerza mental aplicada, buena disposición a escuchar al fisioterapeuta, gozan de un adecuado apoyo social, alta autoestima, alto nivel de habilidad física, actitud mental positiva y equilibrio emocional (Encuesta a fisioterapeutas por Wiese et al. -1991-).

La intervención psicológica post lesión persigue una serie de intereses que abarcan aspectos temporales, intrapersonales, interpersonales, de proyección individual, grupal y colectiva. En algunos casos, si no muchos, unas dimensiones invadirán las otras, en otros se rozarán levemente, pero en todo caso conformarán un camino en el que la ayuda de objetivos y estrategias específicos de esta tarea resulta crucial para que todo llegue -o cuanto menos se intente- a buen puerto.

Tras una lesión, es de vital importancia el control de las respuestas emocionales asociadas a la nueva situación. Sí, estás lesionado. Y ahora ¿qué?

Es imprescindible la aceptación de la realidad y un control adecuado de las expectativas del deportista. Es el ritmo y la información lo que  llevará a la motivación. Ritmo e información adecuados, objetivos, ni demasiado optimistas ni pesimistas. De principio será vital la comunicación con el cuerpo médico y rehabilitador en la fase que corresponda. Porque la clave de toda actividad post lesión se llama adherencia, al tratamiento y rehabilitación, a los objetivos, al plan para optimizar su tiempo, incluso a objetivos paralelos que, guardando su consideración de deportista, trazan intervenciones complementarias para “aprovechar” ese tiempo y mejorarlo como tal.

Sí, una lesión, aparte de la disfuncionalidad que conlleva, también aporta la oportunidad de la funcionalidad en otros apartados, de seguir considerándote y te consideren deportista “en activo”-¿por qué no?-. Es ahí donde cabe la práctica en imaginación (quizás nos acordemos de cómo entrenaba una Carolina Marín lesionada de cara al Mundial de Indonesia), donde cabe el trabajo con variables psicológicas que no abordaríamos, o lo haríamos con menor densidad, en caso de estar compitiendo. En chino la palabra crisis contiene dos caracteres, uno de ellos el de “oportunidad”.

El deportista lesionado debe desarrollar una motivación y auto-confianza con respecto al programa de rehabilitación y para ello debe conocer y comprender el proceso, conocer los costes y beneficios a corto, medio y largo plazo, qué ocurre de afrontarlo correctamente, no hacerlo o hacerlo a su manera y tiempos. Serán positivos las matrices de decisiones (esas en las que por escrito el deportista anota lo bueno y lo malo de tener un comportamiento u otro para que pueda obrar en consecuencia) y el establecimiento de objetivos (de realización y de resultado, cada cual en su fase).

Los objetivos son los que muchas veces tiran de nosotros cuando estamos lesionados y la cosa no parece avanzar, pero también cuando parece que podríamos volar y no se debe. Objetivos por escrito, grabados a fuego en la planificación psicológica de nuestra rehabilitación. Hoy mover un poco más que ayer, quizás apoyar con mayor consistencia, o con cierta inestabilidad cuando toque, pero también sujetarse y no correr, o aguantar más dolor, porque toca eso, se diseñó así en nuestro beneficio, por quienes entienden de esto y por nosotros que dijimos que sí porque también participamos en este proceso. En nada como deportistas lesionados somos un sujeto pasivo. Y a cada paso, a cada objetivo conseguido, a veces hacia delante, otras teniendo la permanencia como finalidad, sabemos que todo va por el camino correcto. Menos fácil desmotivarse si se sabe esto, si se siente esto.

Tras la motivación viene la auto-confianza, si no la una y la otra agarradas de la mano. También las autoinstrucciones y autoafirmaciones. Representaciones verbales que esconden algo más que simple fe o un “necesitado” optimismo. Creencias, dogmas de esa rehabilitación que se basan en afirmaciones (o negaciones) que constituyen una decisión y una posición en el proceso. Es lo que esconde decirnos “se han complicado las cosas pero las analizaremos bien, sabremos qué ha pasado y nos recuperaremos bien. Lo importante es recuperarse bien, cueste lo que cueste” en una recaída.

Otras técnicas de intervención pueden aportar un mayor rendimiento en las operaciones de rehabilitación. Así, es clave una adecuada estrategia de comunicación con el cuadro médico y de fisioterapia. Que nos entiendan y entendamos, ahí donde el conocimiento de lo que ha pasado, hago ahora y cómo van las cosas servirá de gasolina en esta peculiar “carrera”, donde a veces correr es pararse y pararse es correr. Importante saber y que nos den información, incluso visual, sobre cómo está nuestro organismo lesionado. Nos permite situarnos, ser “bioconscientes” y resguardarnos de esa ajenidad que a veces nos invade respecto de nuestro propio cuerpo y se transforma en desidia o abandono.

Y llega la fase final, la de la reaparición, tan cerca, tan lejos, tan insegura, tan temida a pesar de haberla perseguido insistentemente.  Quizás un nuevo rol a un grupo que siguió evolucionando en nuestra ausencia, un contexto que no distinguirá entre estados, entre lo nuevo y lo viejo, que no se parará a esperarnos. De nuevo el deportista y el entrenamiento, la competición, las marcas, la lucha y los adversarios. Otra vez aquellos focos para iluminar un rostro que, en algo, es ya distinto para siempre. Una lesión no lo cambia todo pero sí te moldea, te cambia sin cambiarte. A veces incluso para bien, aunque, como es lógico, quererlas nunca las queramos.

Fuente foto Abc.

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