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Una historia de amor y baloncesto

Hay historias de amor que han surgido y crecido acompañadas de un balón de baloncesto.

Como todas las mañanas, María peinaba el cabello plateado de Enrique. Enrique estaba sentado en su butaca frente a la vitrina repleta de medallas, trofeos y fotos de diferentes equipos históricos de su club. Siempre le gustaba peinarlo en ese rincón de la casa, el rincón favorito de ambos. La memoria de Enrique ya no funcionaba demasiado bien, pero tenía momentos de lucidez que casi siempre surgían en torno a recuerdos de baloncesto.

En un momento dado, Enrique llevó su mano al bolsillo de su chaqueta y sacó una pequeña cajita que entregó a María.

-¿Sabes que día es hoy? Es 12 de mayo- le comentó Enrique.

María se sorprendió. No esperaba que se hubiera acordado de la fecha de su aniversario. Al abrir la cajita observó un colgante de plata con un balón de baloncesto. Sus ojos se cubrieron de lágrimas. Era igual que el colgante que le regaló hacía ya unos 60 años….

María era una chica a la que le gustaba mucho el baloncesto. Era una de las pocas que lo practicaba en la ciudad y una de las mayores aficionados del club del pueblo. Enrique era el mejor, el más alto, fuerte y guapo (o al menos eso le parecía a ella). Aún recuerda como le temblaban las piernas el día que después de un partido, Enrique se acercó a ella y la invitó al cine. Al cumplir el primer mes saliendo juntos, le regaló un colgante como el que hemos descrito.

Desde aquel momento, no se separaron ni un momento. Crearon un club de baloncesto, el sueño de ambos. Nunca pudieron tener hijos, pero tal  y como trataban a cada uno de los jugadores y jugadoras que tuvieron en el club, puede decirse que tuvieron cientos de niños. No era extraño ver a Enrique ayudar en los estudios a alguno de sus jugadores (se le daban genial las matemáticas). En más de una ocasión, tras un entrenamiento físico, la sesión se continuaba en la biblioteca del pueblo. Y María siempre sorprendía con una tarta a los niños del club cuando era el cumpleaños de alguno de ellos. En su humilde casa, siempre colgaban en la azotea las equipaciones recién lavadas de los equipos.

Por el club pasaron muchos jugadores y muchos entrenadores. Todos los recuerdan con gran cariño. Un año tuvieron la suerte de que un gran club nacional se llevó a dos de sus jugadores. Enrique no era muy bueno negociando pero en aquella ocasión logró material deportivo nuevo para el club.

El club fue creciendo a la vez que ellos se hacían mayores. Dejaron de entrenar, pero nunca dejaron de pertenecer a él.

-Cierra los ojos -le dijo María.

En ese momento, posó sobre sus hombros una bufanda. Cuando Enrique abrió los ojos, vio en el reflejo de la vitrina que le había puesto la bufanda de su club.

Foto: chapintv.com

Se cogieron de la mano e hicieron el camino que tantas veces habían hecho juntos, el que separaba el pabellón de su casa. Aquella tarde, su club, jugaba la final de la Liga Femenina. Habían creado algo muy grande y se sentían muy orgullosos.

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4 Responses

  1. Preciosa historia. A los que nos gusta el baloncesto, a los que lo amamos en todas sus facetas, seguro que nos ha emocionado.

    1. Muchas gracias por tu comentario. Espero seguir emocionando con mis pequeñas historias.

  2. Excelente. Muy bonita. Me ha encantado. Felicidades.
    Tu compi Jose.

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