Opinión

Los imprescindibles: sin ellos no valdría la pena

Hacía mucho que no publicaba una de mis historias de baloncesto. En ellas había hablado de jugadores, árbitros, entrenadores… Pero me faltaba una de las partes más importantes, los aficionados. Y en este caso un aficionado muy especial. Seguro que en vuestros diferentes clubes, todos conocéis a alguien como Juan. Y seguro que al igual que le pasa a él, todos lo aprecian. Mi historia va dedicada, con mucho cariño y respeto, a estos grandes aficionados, de los que a todos nos gustaría tener en nuestro club.

Juan es una persona muy especial. Algunos dicen que nació con una discapacidad, pero para los que los conocemos sabemos que nació con una capacidad muy especial: la de ser querido por todos.

Llueva, haga frío o haga un calor de los que derrite el asfalto, Juan no falta a su cita en el pabellón deportivo. Es frecuente que muchos días sea el primero que llegue y el último que abandone las instalaciones deportivas. No sabe jugar muy bien al baloncesto, pero si alguien sabe de baloncesto es él. Venga el equipo que venga, del pueblo que sea, si alguien sabe el scouting de ese equipo, ese es Juan. Puede decirte quién es el mejor jugador de cada equipo, por dónde se les puede ganar, cómo quedaron los anteriores enfrentamientos…

No hay tarea que se necesite realizar en el club que no pueda contar con la ayuda de Juan. Así, se le puede encontrar limpiando el pabellón, ayudando a recoger materiales, haciendo de anotador en partidos amistosos… Si un árbitro llega al pabellón, enseguida está Juan ayudando al conserje, dándole una botella de agua y las llaves del vestuario, y recibiéndolo con educación y amabilidad.

La vida en el club transcurre con la normalidad de todos los clubes: entrenamientos, partidos, más entrenamientos… Y así un día tras otro. En esos días de “bajón” tras un mal partido, siempre reconforta sentarte en la grada y tener un rato de conversación con Juan. Siempre con una sonrisa en la cara, es capaz de animar hasta al más triste. Por eso es tan querido.

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Todos recordamos en el club, el día que un jugador de un equipo rival en un momento de frustración no tuvo otro argumento que insultar a Juan. Se aprovechó de su discapacidad un día que estaba echando una mano como anotador y cometió un error. En ese momento, vimos como unas lágrimas brotaban de sus ojos, pero inmediatamente se las limpió y no dejó que le afectara. Los demás jugadores afearon este gesto, pero Juan se levantó de su silla y le dio la mano al jugador pidiendo disculpas por su error. Así es Juan.

Un día llegamos al pabellón para un partido. Todos nos miramos con cara extrañado porque Juan no estaba en la grada. Qué raro. Es verdad que ese día hacía mucho frío, pero eso no era impedimento para él. La jornada se iba disputando y con el frenesí de los encuentros, nadie tuvo un momento para llamar a su casa. Cuando acabaron los encuentros de la mañana y Juan seguía sin aparecer, el entrenador de los cadetes decidió llamar. Su semblante cambió de repente. Quedó de un blanco tan pálido que asustó a todos los que estábamos a su alrededor. Juan había pasado toda la noche ingresado. Una grave enfermedad se había complicado. Suponemos que esta enfermedad le habría acompañado muchos años de su vida, pero nunca nos lo dijo. Aquella enfermedad sólo tenía posibilidad de cura en Estados Unidos.

Inmediatamente, todos los jugadores del club decidieron que había que ayudarle. Entre todos comenzaron una campaña. El hecho de que fuera tan conocido y tan querido, hizo que se sumaran de todos los clubes de la provincia y todos los colectivos. Y tras muchos esfuerzos y actividades, el dinero llegó…

Ahora Juan juega un “partido”, el más difícil en el que se ha visto, pero en el que, sin ninguna duda, tiene todo el apoyo del mundo para salir victorioso.


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