Análisis Más Psicología Deportiva

Árbitros con esencia de ojo de halcón

Las competiciones deportivas tal y cómo se conocen, se entienden porque existe una persona que está ahí y regula la actuación de los deportistas. Pueden ser árbitros y mediar aplicando un reglamento en cuestión de segundos o jueces y puntuar cómo de bien o mal lo has hecho.

 En cualquiera de los dos casos, hay un observador que te recuerda que quizá no todo depende de ti.

Sus decisiones son tan importantes que con un solo gesto pueden cambiar el transcurso de la competición. Según la FIFA, son además inamovibles,  no vale lo que puedan pensar 15 minutos después de haber sacado una tarjeta roja. Sabemos que arbitrar es difícil y aún así cuándo vemos el partido del siglo nos parece incomprensible que existan los goles fantasma o las amarillas perdonadas.

Pongamos que no sólo hablo de fútbol. En las competiciones de taekwondo o de esgrima, los deportistas tienen derecho a un determinado número de reclamaciones cuándo no están conformes con la decisión arbitral. O en gimnasia artística, el jurado tiene un tiempo para consensuar cuál va a ser la puntuación. Es como si tuvieran algo sólido en lo que respaldarse y que disminuyera en cierta medida la presión a la que se ven sometidos por parte del público, los entrenadores o el propio deportista.

En el mundo del fútbol aún se rechaza la idea de introducir más tecnología de la cuenta apelando a que de esta manera se acabaría con la esencia pura del deporte. La clara consecuencia de esto es que toda la responsabilidad de aplicar un reglamento y tomar decisiones recae sobre lo que el árbitro percibe y aprecia en ese momento.

Nosotros necesitamos tres repeticiones y una cámara lenta para que una jugada nos deje de parecer dudosa pero exigimos que el árbitro tenga la precisión del ojo de halcón. Deshumanizamos a la persona que lleva la camiseta fosforita y el silbato colgado al cuello y además ponemos en duda su criterio profesional y personal. Por alguna razón creemos que lo ven todo, no importa lo lejos que estén o si tienen a un jugador justo delante.

La presión al árbitro y el avance del fútbol parece que van de la mano. Ahora ya no solo se habla el día después de los penaltis que no pitó, sino que también se habla la semana antes de los penaltis que no pitará. Nos sabemos sus nombres y qué partidos ha pitado antes, incluso nos atrevemos a decir si es más de un equipo o de otro.

Todo eso se traduce en problemas emocionales, ansiedad o inseguridad. Nos empezamos a encontrar con casos de claustrofobia ante un partido importante y poco a poco, incluso en los que no lo son tanto.  Y, como un ciclo sin fin, las carencias psicológicas alimentan los problemas de rendimiento deportivo de la misma forma que las críticas negativas no son reforzadores.

Desde el campo de la psicología deportiva podemos trabajar con las habilidades de afrontamiento, la tolerancia a la frustración o la regulación emocional. Hacer que los árbitros sean personas resilientes, que se sobrepongan ante las situaciones difíciles y gestionen bien los partidos importantes o las críticas duras.

Pero  como deportistas o simplemente consumidores de deporte, necesitamos ser un poco más jugadores de rugby y empaparnos en los valores del respeto. Tenemos que darnos cuenta que las personas siguen siendo personas independientemente del papel que tengan.

Y que sin árbitros (o jueces), el deporte sería menos deporte.

Imagen destacada: tercerequipo.com

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