Opinión

Compasión, tristeza, identificación y recuerdo

El martes 29 de noviembre de 2016 amaneció con una de las noticias más negativas de todo el planeta tierra. El avión del conjunto brasileño Chapecoense había tenido un terrible accidente que terminaría con hasta setenta y cinco vidas entre las que se incluían agentes de vuelo, periodistas, futbolistas, profesionales y agentes del club.

A cualquiera le aterra el hablar sobre un tema como este. Nadie tiene consigo la muerte como algo cercano ni desea tenerlo, sin embargo, cuando noticias como tal llegan, las personas tienden a reflexionar sobre si verdaderamente nos encontramos tan lejos de estos sucesos.

¿Cuántos de nosotros habremos cogido vuelos? Probablemente la gran mayoría del mundo desarrollado en el que vivimos haya experimentado esa sensación de volar, y no todos nos hemos sentido tan seguros como si fuésemos caminando por nuestro vecindario o yendo en coche al trabajo. Pues bien, probablemente, la tragedia esté igual de presente en estos instantes que en los momentos en los que surcamos el cielo.

En cualquier caso, mi tema del artículo no se centra ni se centrará jamás en si la seguridad es total en los medios de transporte, sino en algo mucho más importante como es la validez de las vidas de aquellas personas con las que toda la población humana se solidariza.

Compasión. Elijo, en primer lugar, este término porque considero que lo primordial ante una catástrofe como esta es el tener compasión. Justo al oír la noticia, lo primero que pudo venirse a mi cabeza fue esta palabra. Cualquier fallecido en la tragedia merece mi compasión de forma notoria, pero si de verdad hay personas por las que esta compasión se convierte en algo más profundo como la empatía, son las familias de aquellos perdidos. Para todos aquellos hijos, hijas, hermanas, hermanos, madres, padres, abuelas, abuelos, tíos, tías, el día de hoy es el más difícil de sus vidas, así pues, merecen todo nuestro apoyo.

Tristeza. Este es el segundo sentimiento, el que me llega a mi más sincero ‘yo’. Siento tristeza al ver cómo personas, como las que aún habitamos este extraño planeta, han abandonado su recorrido. Personas con aspiraciones. Jóvenes, ancianos, trabajadores de mediana edad… Incluso chicos que vimos tocar el balón con un estilo exquisito como en su día lo hizo Cléber Santana. La tristeza me invade tan solo al pensar que aquellos señores y señoras no podrán continuar con su camino.

Identificación. En tercer lugar, me siento identificado como ser humano. Creo que ningún problema del ser humano, tal y como Terencio comentaba en sus escritos, me es ajeno. Además, como persona aficionada al deporte, mi identificación crece hasta niveles superiores. Estos chicos que buscaban llegar a su destino para hacer historia conquistando su primer gran título, han sido testigos de aquello que más aterra al humano. Hoy, mañana y el resto de mis días, soy parte de ellos, ellos son parte de mí y de todos los que hemos presenciado una jornada como la de este martes.

Recuerdo. Finalmente, dejo el recuerdo en un último lugar porque este siempre se mantendrá. Puede que la compasión se marche con el paso de los días, también la tristeza y la identificación, sin embargo, el recuerdo permanecerá para siempre dentro. Al ver la noticia solo pude recordar aquel vuelo fallido del Torino en 1949, rememorar a Busby y a Charlton en 1958 cuando se quedaron completamente deshechos al perder a un equipo casi al completo… Pensé en la Uruguay del 72, aquel conjunto de rugby del que parte de él sobrevivió tres meses a temperaturas infernales después del accidente. Pensé incluso en otras tragedias en las que las repercusiones fueron similares, pero sobre todo pensé en ellos, y sé que jamás podré olvidar esa primera reacción, al igual que tampoco el enorme gesto del Atlético Nacional de otorgarles la copa.

Y es que, muy probablemente, el fútbol sea un deporte jugado por simples 22 camisetas que corren sin cesar tras una pelota revestida de cuero, pero cuando este alcanza puntos tan álgidos como este, no se trata de amar o no el deporte, sino de simplemente saber aceptar que cualquiera pudo haber sido ellos. Es más, creo con certeza que, ahora y siempre, todos lo somos.

Imagen: Sportyou.

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