Análisis Atletismo Más Deporte

Por favor, ¿nos centramos en la Olimpiada?

En vísperas del evento deportivo más relevante, se han puesto de manifiesto distintos casos en los cuales se encuentran implicados atletas de élite. En los últimos tiempos y, como si de una fosa séptica se tratara, no han dejado de brotar operaciones policiales e investigaciones de todo tipo que con un hedor tóxico, contaminan y distorsionan todos los ideales de nuestro deporte. Me desagrada profundamente hablar o mencionar esta denostada palabra que envuelve y relaciona de una forma precisa a tramposos y tramposas.

El rol general de nuestros deportistas ha ido evolucionando de una forma exponencial hasta erigirse en uno de los instrumentos principales para canalizar el ocio, controlar la salud e incluso, catalizar la no siempre saludable competitividad profesional. Justamente por ello, “el deportista” es el adalid de una sociedad que quiere verse reflejada tanto en sus resultados como en la imagen que nos interfiere. Sin ir más lejos, hace poco más de medio siglo cualquier persona bienintencionada que se lanzara a la calle en calzón corto, era víctima de risas populares y exabruptos varios; no me extraña que durante muchos años estuviéramos en el vagón de cola.

Dejando al margen ideas retóricas alejadas de la más pura épica, “ser el o la mejor atleta” debería significar la obtención de más recursos y un flagrante aumento del reconocimiento público, añadiendo todas las implicaciones y derivadas que conllevan. En consecuencia, en algunas ocasiones mantener ese estatus conduce a la trampa, o dicho de otro modo, a transgredir la más pura deontología deportiva basada en la estrategia, el esfuerzo y la virtud.

Pero no debemos pensar que para conseguir objetivos deportivos es necesario recurrir al embuste, afortunadamente es totalmente lo contrario: abunda lo apolíneo. A pesar de que a todos los que amamos el atletismo se nos llene la boca de improperios cuando nos atesta un nuevo caso, fuera de los organismos reguladores autorizados, hacemos bien poco para erradicarlo.

La perversidad del sistema establecido conduce a situaciones y paradojas difíciles de digerir. Por ejemplo, ver a tramposas ocupando un escaño político, o a tramposos contratados por la administración para organizar carreras populares……….

En fin, se avecina nuestro gran momento. Los incondicionales del atletismo tenemos la oportunidad de disfrutar con la evolución de cada una de las pruebas que configuran el extenso programa olímpico. Vamos a dejarnos de monsergas e informaciones malintencionadas dirigidas solo a buscar sensacionalismos oportunistas, y centrémonos en valorar equitativamente al más bello de los deportes, tanto por la magnitud de su trascendencia como por la dificultad que representa conseguir determinados retos.

En el fondo, ¡somos unas y unos afortunados!

Fotos vía: historiadelatletismo.com

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