El Athletic es un club histórico del fútbol español, con nada más y nada menos que ciento dieciocho años a sus espaldas. Tres elementos que han caracterizado a la entidad bilbaína durante este periodo: su mítico estadio de San Mamés, denominado así por la proximidad del mismo a la ermita de San Mamés, la denominación de “leones” a sus jugadores, haciendo referencia a los leones que se postraron a los pies de Mamés en la leyenda y por supuesto, los colores rojiblancos de su camiseta. Pero no siempre han vestido estos colores los jugadores de Lezama, sino que más bien los visten gracias a una casualidad.
En los primeros años del club bilbaíno la indumentaria empleada por los futbolistas era una camisa Oxford blanca – informal con las puntas del cuello abotonadas al propio cuerpo de la camisa- combinada con unos pantalones azules. Pero pronto esta equipación se sustituyó por otra blanquiazul. Se trataba de una camisa dividida en dos partes, una azul marino y la otra blanca. Fue Juan Moser, irlandés afincado en Bilbao y socio del Athletic, quien donó estas nuevas equipaciones de jugador profesional adquiridas en Inglaterra. Moser se presentó un día de 1901 con estas indumentarias en el ya desaparecido Café García de la Gran Vía (Bilbao), lugar donde se reunía la directiva del club por aquél entonces, para ofrecerlas al club en un gesto desinteresado. El joven irlandés llegó a disputar dos partidos con el equipo y la camiseta que utilizó para esos encuentros aún se guarda en el museo del club, que asegura que es la camiseta de fútbol oficial más antigua que se conserva en España.
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Sin embargo, habiendo pasado doce años desde la fundación del club en 1898, el Athletic cambió sus colores por vez definitiva. En las navidades de 1909, Juan Elorduy, quien fue directivo, viajó a Inglaterra. Dado que en las islas británicas el fútbol estaba más asentado, Elorduy recibió el encargo de comprar cuarenta y dos camisetas para reponer los atuendos tanto del Athletic como del entonces filial Atlético de Madrid, doce para cada equipo. No obstante, el directivo no pudo encontrar camisetas que cumpliesen los requisitos que marcaba el estilismo del club, debido a que demoró el encargo para el último momento según algunas fuentes o a que simplemente no le acompañó la suerte, según otras. El caso es que agotadas las camisetas blanquiazules cuando se disponía a volver a Bilbao, Elorduy a la desesperada decidió probar suerte en Southampton, ciudad inglesa desde donde se embarcaría de vuelta, y tampoco encontró camisetas blancas y azules, con lo que decidió comprar camisetas del equipo local, el Southampton F. C. Estas camisetas, estrechas, de manga larga y diseñadas con franjas verticales rojas y blancas, fueron las que llegaron finalmente a Bilbao. Los jugadores y aficionados mostraron agrado por los nuevos colores, ya que estos coincidían con los de la bandera del puerto marítimo bilbaíno y de la propia ciudad vizcaína desde 1895. Pero sobre todo, lo que gustó a los jugadores fueron los materiales y la manufactura de las nuevas camisetas, las cuales eran idóneas para jugar al fútbol. Se debe tener en cuenta que en aquella época el fútbol no estaba tan asentado en España como en Inglaterra, donde la moda deportiva ya era un hecho. Por lo tanto, el color de las camisetas era lo de menos, ya que los jugadores necesitaban sustituir las blanquiazules ajadas y Elorduy adquirió unas camisetas de la misma o mejor calidad que las que había donado Moser años atrás.
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Finalmente, el 09 de enero de 1910 el Athletic estrenaba sus famosas franjas rojiblancas en un partido amistoso ante el Sporting de Irún en el campo de Jolaseta (Leioa) y desde entonces, aunque variando en forma y número, esas franjas han sido la piel que ha vestido y vestirá a los “leones” de Bilbao.
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